Por el Profesor Abdul Husein Zarrinkub
Traducido por Zohre Rabbani, Javad Kameli
Cuando la medicina de los siriacos llegó a la mano de los musulmanes, ésta tomó una fuerza sin precedentes, así como la minuciosidad de sus estudios e investigaciones. En lugar de las breves tesis científicas que eran habituales en los siriacos, se recopilaron y se escribieron las grandes enciclopedias de la medicina por parte de los musulmanes. Por supuesto, no quedó lejos de la mirada las investigaciones y los estudios clínicos, especialmente en las enfermedades locales. En verdad, las investigaciones de los sabios judíos, cristianos e incluso de los sabeos, que se realizaban en “territorio del Islam” fueron por el estímulo y el liderazgo de los musulmanes en estas áreas. El más antiguo ensayo existente de oftalmología es el de Hunayn Ibn Ishaq. La abundancia y propagación de toda variedad de enfermedades de la vista en el territorio del Islam, era la mayor motivación para dedicar la atención de los médicos musulmanes a la oftalmología y a sus ciencias relacionadas. Sobre la historia de la oftalmología en los musulmanes, Hirschberg,[1] el oftalmólogo e escritor alemán, tiene una tesis donde cuenta la importancia de las obras de los musulmanes en el tema. Un cirujano oftalmólogo famoso en la época de Malek Shah selyúcida, llamado Abu Ruh Muhammad Ibn Mansur tuvo como apodo el nombre “Zarrindast” que quiere decir “La mano dorada” y su libro”Nurul Uiun” (La luz de los ojos), es abarcador e imprescindible en esta área de la medicina.[2] Los cirujanos oftalmólogos musulmanes hicieron muchos avances. Entre ellos había médicos que operaban con entera precisión las enfermedades como la catarata en pacientes que tenían tan solo un ojo sano.
En otras ramas de la medicina también los musulmanes innovaron. La más antigua de las consideraciones clínicas para distinguir y expresar la diferencia entre la viruela y el sarampión, es una tesis escrita por Muhammad Ibn Zakariya ar-Razi[3], el Rhazes de los europeos. Antes de él ninguno de los médicos griegos o islámicos había tocado estos puntos. Ar-Razi fue un médico y sabio iraní que dominó tanto la medicina como la química, y su historia como sus obras nos cuentan el interés suyo por el conocimiento experimental. Dicen que cuando quiso construir un hospital en Bagdad, colgó pedazos de carne de ternero en diferentes sitios de la ciudad y lo construyó donde se produjo menos infección en la carne. Su libro Al-Hawi, es el más grande y el más completo que un médico pudiera escribir en la antigüedad, el cual es verdaderamente una gran enciclopedia de medicina, donde abarca las teorías e investigaciones de los médicos siriacos, griegos, iraníes, indios y árabes, más las expeririencias personales sobre varias enfermedades. Su traducción al latín llegó a ser uno de los libros de consulta de mayor influencia de la Europa medieval y renacentista. La otra enciclopedia médica que fue editada por musulmanes, fue Kamil as-Sanaah de Mayusi —Ali Ibn Abbas Ahwazi Mayusi— o “La Medicina Maleki” por su donación al rey deilamí, Adhod ad-Dawla. La obra de Mayusi, más conocido en Europa como Haly Abbas, obtuvo mucha fama en Europa de la Edad Media, ya que fue referencia importante en los colegios de medicina europeos alrededor de cinco siglos. Su efecto fue considerable en el avance de la medicina y su explicación del sistema de los capilares sanguíneos, tiene mucha importancia en la historia de la ciencia universal.
Pero la obra científica más majestuosa en la medicina islámica, fue “El Canon” de Avicena (Qanun en lengua persa y árabe), que también fue una enciclopedia, donde su escritor trajo los conocimientos de los médicos siriacos, indios e iraníes en los asuntos relacionados con diversos tratamientos y con el cuidado en la alimentación. Agregó a su libro muchos temas tomados de su experiencia personal, criticando conceptos de médicos griegos y mencionó los tratamientos especiales para algunas enfermedades, los cuales son de interés incluso en la actualidad.[4] Su traducción latina se ha impreso frecuentemente en Europa, donde se convirtió casi un evangelio sagrado para los médicos, más influyente que cualquier otro libro, —por ello en el siglo XVI existieron más de veinte impresiones diferentes de ella—.
Los médicos musulmanes andalusíes, también contribuyeron en gran medida con sus aportes en el campo de la medicina. Ibn Rushd, era un eminente sabio, quien mostró que un cuerpo no se infecta por viruela dos veces. Ibn al-Jatib Andalusí (fallecido en 776 hégira lunar), más conocido como Lisan ad-Din (la lengua de la religión), fue también un eminente médico, quien además desarrolló su fama como literato, poeta e historiador ante los musulmanes, y sus libros históricos acerca de Granada y la posición de los reyes y literatos de Andalucía son muy famosos hoy en día. En la época de la epidemia de la peste, tiempo en que Asia y Europa fueron expuestas a esta “Muerte Negra”, demostró[5] en su tratado “Taun” —La Peste— que esta enfermedad es contagiosa y si una persona tiene contacto con un enfermo, se contagia, mediante la ropa, plato o arete del enfermo. Ibn Nafis Demashqi[6], quien se llama también Ibn Abi Hazm, demostró la circulación de la sangre en los pulmones, realizando este hallazgo unos siglos antes de Servetus el español, reconocido como el descubridor de la circulación de la sangre. En la cirugía, también los musulmanes tuvieron obras interesantes e ingeniosas. Abul-Qasim az-Zahrawi, conocido por los europeos como Albucacis, inventó o describió varios instrumentos de cirugía, cuya explicación se ve en su libro At-Tasrif. En el siglo XII, el método de cirugía utilizado por los musulmanes era tan perfecto con relación al occidental que los médicos árabes —como relata Usama Ibn Munqidh de un médico cristiano árabe— describían el método occidental como un tipo de carnicería salvaje.[7]
Los musulmanes hicieron investigaciones en algunas ramas de la medicina sin antecedentes, por ejemplo la lepra, donde al parecer ellos tuvieron los primeros estudios. Percibieron por primera vez la diferencia entre viruela y sarampión y hablaron sobre obstetricia mucho antes que los griegos. También son obvios sus antecedentes en el uso de algunas medicinas e instrumentos de tratamiento. Los médicos islámicos hicieron énfasis en la necesidad de aprovechar la naturaleza del enfermo en los tratamientos de muchas enfermedades. Asumieron su inigualable habilidad en la obtención de medicamentos y en producir jarabes, ungüentos y pastas curativas. Algunos tratamientos en las enfermedades, tanto corporal y espiritual, fueron creados por ellos. Avicena, en el tratamiento de un enfermo mental que sufría una variedad de doble personalidad, donde se imaginaba a sí mismo como una vaca, lo trató mediante una interesante manera que se ha registrado en el libro Chahar Maghale[8] —Los Cuatros Artículos—. Abu Barakat Bagdadi trató un enfermo melancólico, quien imaginaba tener una vasija de barro sobre su cabeza, con tanta exactitud y elegancia que el enfermo aseguró haber roto la vasija con ayuda del médico. Ibn Zahr andalusí trató la sequedad del humor del cuerpo humano mediante una uva especial, la cual había sido regada en su viña con agua que contenía dos medicamentos laxantes. Para desintegrar un cálculo de la vejiga, Abul-Qasim az-Zahrawi desarrolló una técnica específica. En la cirugía también, los médicos musulmanes percibieron la importancia de la anestesia y en las operaciones dolorosas, primero anestesiaban al enfermo con Bazr al-Bany[9] y luego lo operaban.
Muchos de los médicos islámicos daban importancia a las experiencias personales. No se necesita más que mencionar el interés de Zakariya ar-Razi en registrar las observaciones clínicas. Las experiencias personales de Avicena también fueron escritas en su libro El Canon frecuentemente. Yuhanna ibn Masawaih y Hebatu-Llah ibn Saeid, quienes fueron dos de los más fuertes investigadores de la medicina islámica, enfatizaron en que lo que no coincide con la experiencia no es lógico. La medicina de Europa tiene una gran deuda con la islámica, incluso mucho después del inicio de la Edad Media, aprovecharon la medicina venida del oriente. Hacia el año 1588 en Frankfurt, El Canon de Avicena y una parte de libro Al-Mansuri de Zakariya ar-Razi, eran parte del programa instructivo de los colegios de medicina. En el siglo XVII, en Francia y Alemania, aun existían médicos que trataban según la medicina islámica. En oftalmología, todavía hasta mediados del siglo XVIII era aceptado el texto del Tazkirah al-Kahhalin de Ali Ibn Isa Bagdadi y algunas otras traducciones de oftalmología del mundo islámico. Algunas variedades de catarata —la opacidad total o parcial del cristalino— se operaban según la técnica de los cirujanos musulmanes, en Inglaterra hasta 1780 y en Alemania hasta 1820. Quizás hoy en día algunos imaginan que “la salud mediante la práctica del deporte” es una nueva teoría planteada en la modernidad, pues ya Avicena había planteado este método de salud en el capítulo de Generalidades de El Canon con entera amplitud y exactitud. Según él, es posible que el deporte reemplace a los medicamentos si se practican ejercicios y si se hacen sistemáticamente según lo citado. Avicena describe las categorías de los deportes duros y livianos, aconsejando que el deporte tenga un carácter variado, no solo un tipo específico y permanente. Además cada naturaleza y también cada grado de salud, exige de un deporte específico.
Aunque no es permitido —tanto en el Islam como en la religión de Jesús (P) —, por respeto, la disección y corte de órganos del muerto, tal vez circunstancialmente y fuera de la ciudad, algún médico habría encontrado huesos de humanos y así habría tenido la oportunidad de observar y analizar la estructura ósea. Por medio de este y otros métodos, el conocimiento de los musulmanes en las exactitudes de la disección fue más profundo que el de Galeno o los griegos. Es considerable la amplitud y análisis del contenido del libro Tibb al-Mansuri de Razi y El Canon de Avicena, así como Al-Maleki de Ibn Abbas al respecto.
Aun así, el obstáculo de la prohibición religiosa de la disección humana para el avance de la medicina fue compensado aproximadamente con los estudios clínicos en hospitales. Aparentemente los musulmanes han tomado el nombre marestan de su nombre persa bimarestan —hospital— desde la época sasánida, —de nombre bimarestan Gondishapur—. Se han registrado treinta hospitales famosos en el territorio del Islam, los cuales fueron centros científicos y de salud. El primer hospital que construyeron los musulmanes fue en la época de Harun ar-Rashid abasí aparentemente, tomando la forma de los hospitales iraníes. Durante un siglo, el número de ellos llegó a cinco. Incluso posteriormente también se formaron hospitales ambulantes que poseían jarabes y otros medicamentos para las zonas lejanas, y en este caso también daban servicios a los no musulmanes como a los musulmanes. Los historiadores musulmanes nos han dado informaciones beneficiosas sobre estos hospitales, de los números de trabajadores, salarios de médicos y trabajadores y sus presupuestos. El hospital de Rey, donde Razi fue su director antes de irse a Bagdad, fue uno de este tipo de hospitales. Tenía en su estructura varias especialidades médicas. En casos de nuevos médicos que podían tratar a enfermos, no se auxiliaban en su profesor, aunque las consideraciones clínicas finales eran tomadas exactamente por el profesor. El hospital Adhudi en sus orígenes tenía veinticuatro médicos incluyendo también a los oftalmólogos, cirujanos y ortopedistas. En este hospital se daba el curso de medicina y farmacología —aqrabazin—, además tenía médicos de guardia. Incluso hay informaciones sobre el salario de un médico, llamado Yibril ibn Ubaidullah, para dos días y noches en la semana, el cual llegaba a trescientos dírhams mensual.[10] Para el tratamiento de las enfermedades mentales también fundaron asilos, como el asilo que vio Abul-Abbas Mobarrad[11], en Deir Hazqal, entre Wasit y Bagdad en la época de Mutawakkil, el califa abasí. Además tenían inspecciones medicinales en las cárceles, especialmente Ali ibn Isa, el famoso ministro de los abasíes prestó mucha atención a este tema. Incluso en el caso de una prisionera, existía una enfermera para cuidarla. En el hospital Adhudi, donde Ibn Yubair, un viajero de esa época, narra que era como un palacio, le daban a todos los enfermos tratamiento y comida gratis. Nurud-Din Zangi construyó un hospital equipado en Damasco con el pago del rescate de un príncipe cristiano. En Egipto —donde Ahmad ibn Tulun construyó un hospital humilde anteriormente—, Salahud-Din Ayyubi —Saladino— fundó un hospital llamado Naseri. En el hospital Mansuri, construido por el Sultán Qalawun, aparte de utensilios y el entretenimiento de los enfermos, se ofrecía música tranquilizante así como narración de cuentos a los enfermos que sufrían de insomnio. Así mismo le daban a los recuperados cuando salían del hospital, algo de dinero para que no tuvieran problemas al salir.
Incluso se escribieron libros acerca de la administración y el orden de los hospitales, así como sus características y condiciones. Verdaderamente era este orden e higiene lo que no tenían los hospitales de Francia e Italia, por lo cual fueron una inspiración para los hospitales occidentales de hoy día.