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IMÂM ‘ALÎ IBN MÛSÂ AR-RIDÂ

IMÂM ‘ALÎ IBN MÛSÂ AR-RIDÂ

 INTRODUCCIÓN
El Sol del Imâmato se presenta en cada uno de los doce Inmaculados Imâmes con una luminosidad diferente; pero por cualquier punto cardinal que rompa el alba, su luminosidad y claridad, atrae la atención de las miradas. Su calor y resplandor ofrecen vida y dan existencia. Desde las púas de los matorrales del desierto, hasta los altos árboles de los verdes jardines, todas y todos necesitan de su luminosidad y calor. Ninguna hoja puede subsistir sin la calidez de sus rayos, y ninguna rama da fruto sin haber aprovechado de la misericordia de su esplendor… Así es, si nuestro Mundo careciese de esta luz, decaería.
Para la continuación de la existencia del Islam y los musulmanes, el liderazgo de nuestros Inmaculados Imâmes se asemeja al Sol, a su luz y calor. Tomando en cuenta las condiciones y exigencias especiales de la época en que vivieron estos grandes hombres, y las diferentes situaciones en las que se encontraron, ellos iluminaban, guiaban y educaban a sus seguidores, sobresaliendo cada uno de ellos en su época de una u otra forma. Y fue así como algunos en el campo de batalla llevaron a cabo una epopeya e hicieron llegar su mensaje al mundo entero a través de su sangre; otros se esforzaron sobre las tribunas para difundir la ciencia y sabiduría, y otros soportando las cadenas y prisión, o se enfrentaron a los rebeldes y arrogantes, etc. Eran como el Sol que iluminaba a la gente y se dedicaban a despertar e instruir a los verdaderos musulmanes. Sin duda para aquellos que entienden, es evidente que todos ellos perseguían un mismo propósito, y su intención era: “Dios”, y su camino: “expandir Su religión, difundir Su Libro y educar a Sus siervos”.
Así es, nuestros Inmaculados Imâmes, por su alta jerarquía de pureza y liderazgo tan particular en ellos, y por la ciencia y sabiduría que es propia de un Imâm y favor de Dios, y según lo dispuesto por el Todopoderoso para las necesidades especiales de sus épocas, eran –entre los demás– los más aptos en cuanto a la forma de gobernar en cualquier tiempo. Este asunto no puede negarse ni ocultarse y queda perfectamente claro para todos aquellos que creen en el verdadero y auténtico Islam, y que Dios es el único que elige al Imâm, argumento que fue anunciado así por el Profeta del Islam en el suceso de Al-Gadîr. La historia de la vida de nuestros Inmaculados Imâmes está colmada de ejemplos de la erudición y visión que poseían estos grandes personajes.
Fue por ese profundo conocimiento respecto a todo lo relacionado con la sociedad y con su época, por la noción de éstos tocante a la creación del Universo, y por su sabiduría respecto a lo que sucederá hasta el día del Juicio Final, que nuestros Imâmes con su delicada actitud, encontraron la mejor forma para enfrentarse a los problemas de su tiempo y para cumplir los objetivos Divinos.
Como ejemplo es muy interesante observar cómo el Imâm ‘Alî Ibn Mûsâ Ar-Rida (P) después de su padre y durante el gobierno de Hârûn Ar-Rashîd (169-193 H.L./786-809 d.C.), sin disimular se presentó a sí mismo y difundió el imâmato, mientras que sus compañeros cercanos temían que fuese asesinado. Y este gran hombre decía abiertamente:
“Si Abû Ÿahl pudo quitar un cabello de la cabeza del Profeta, Hârûn también podrá lastimarme a mí”.
O sea, el Imâm estaba completamente consciente de que su imâmato no podía ser dañado por las intrigas de Hârûn y sabía que todavía le quedaban años de vida. Si ponemos atención en esta sabiduría, nos daremos cuenta de qué tan sutilmente actuaban estas grandes personalidades.
El octavo de nuestros Inmaculados Imâmes, ‘Alî Ibn Mûsâ Ar-Rida (P), vivió en la época en la que el infame gobierno Abbasí se encontraba en su culminación, y Hârûn Ar-Rashîd y Al-Ma’mûn fueron los gobernadores más sobresalientes de la dinastía de los Banî ‘Abbas. Por otra parte, la política llena de falsedad y engaños que llevaban los abbasíes en cuanto a los Imâmes –especialmente desde el liderazgo del Imâm Ar-Rida (P) en adelante–, estaba acompañada de hipocresía y simulación. A pesar de que los abasíes se encontraban sedientos de la sangre de los Imâmes, para protegerse del levantamiento de los seguidores de ‘Alî –alíes– y atraer los corazones de los shiítas y los iraníes, trataron de aparentar que mantenían una cercana y buena relación con la familia de ‘Alî (P), y salvaguardarse por medio de este comportamiento. Durante el gobierno de Al-Ma’mûn podemos observar abiertamente esta sucia política.
El Imâm Ar-Rida (P) actuó con delicadeza ante esta engañosa táctica de Al-Ma’mûn, evitando que éste llegara a su propósito, despertando a la sociedad islámica y dilucidando para los musulmanes que el verdadero gobierno es únicamente el determinado por parte de Dios, el anunciado por el Profeta y el entregado a los Imâmes, y no hay nadie más apto que ellos para este cargo.
Si ponemos atención –tal y como ya lo mencionamos en la vida de los Imâmes anteriores–, observaremos como los Califas omeyas y abbasíes mantenían a los Imâmes bajo una fuerte custodia, evitando que la comunidad islámica tuviese contacto con ellos, para que de esta forma quedasen incógnitos ante la gente. Fue por ello que, cuando alguno de los Imâmes comenzaba a ser famoso en alguna región islámica, era asesinado o envenenado por orden del califa de su tiempo. No obstante, a pesar de que por una parte el Imâm Ar-Rida (P) se vio obligado a aceptar ser el sucesor del califato después de Al-Ma’mûn, y por otra lo aceptó bajo la condición de no tener ninguna intervención en éste –acto que significa el rechazo del mismo–, y al mismo tiempo la divulgación de este suceso tanto en las tierras cercanas como lejanas del Islam, de que Al-Ma’mûn había admitido el imâmato de Imâm Ar-Rida (P), y de que el Imâm era el más apto para el califato, que Al-Ma’mûn le había solicitado que aceptase el califato y él lo había rechazado, y que fue por la insistencia de Al-Ma’mûn que el Imâm aceptó ser el sucesor pero con determinadas condiciones, todo esto finiquitó en beneficio del Imâm y en contra de la política de los califas.
Es muy sutil comparar este suceso con el suceso de la “Asamblea Forzada” por parte del segundo califa, ‘Umar, y la participación de ‘Alî (P) en esa Asamblea: y casualmente el Imâm Ar-Rida (P) apuntó en forma similar, a estos dos sucesos.
Cuando ‘Umar estaba por morir ordenó que después de él se llevase a cabo una Asamblea con la participación de ‘Uzman, Talhah, ‘Abdur Rahmân Ibn ‘Uf, Sa’d Ibn Abî Waqâs, Zubaîr y ‘Alî el Amir de los Creyentes (P), y estos seis deberían escoger a un califa de entre ellos y aquél que se opusiese, debía ser asesinado. El plan se había programado de tal forma para privar a ‘Alî (P) del califato, ya que todos ellos sabían perfectamente que ese cargo era derecho de ‘Alî (P), y que él se opondría a que alguien más, fuera de él, fuese nombrado califa y de esta forma sería muerto, y su muerte sería consentida como un acto legal.
Algunos de los cercanos a ‘Alî (P) le preguntaron: “¿Por qué participas en esa Asamblea a pesar de que sabes que no os entregará el califato?”
Respondió:
“‘Umar después del Profeta (basándose en una narración falsa) expresó: El Profeta manifestó:
“La Profecía y el imâmato no se juntan en una casa” (o sea, a mí según ellos, utilizando una prueba falsa del Profeta me alejaron del califato y no me consideraron apto para ese puesto). Y ahora el mismo ‘Umar propone que yo participe en esa Asamblea, y me considera apto para el califato. Yo asistiré a ésta para mostrar que el acto que llevó a cabo ‘Umar no concuerda con su narración”.
Así es, uno de los objetivos que llegó a lograr el nombramiento del Imâm Ar-Rida (P), fue que la gran sociedad islámica comprendió quienes son los más aptos, y la confesión de la verdad por parte Al-Ma’mûn a través de su proceder. Así también, al ser trasladado el Imâm de la Ciudad de Medina a la de Marv, pudo entrevistarse con gente de las diferentes ciudades del territorio islámico. Y los musulmanes, que en esos días carecían de medios masivos de comunicación adecuados y por lo tanto se veían limitados de estar al tanto de los últimos sucesos; al entrevistarse con el Imâm observaron la verdad con sus propios ojos, y los indicios positivos de esta entrevista son dignos de consideración y discusión; dejándose ver uno de estos indicios en Nishapur (Jurasán) y la afluencia de gente deseosa de verlo; así también en la oración del 'Id Al-Fitr en la ciudad de Marv. Igualmente, en las platicas y debates sostenidas en la ciudad de Marv, entre el Imâm Ar-Rida (P) con muchos de los sabios y eruditos de esa época, que como resultado de éstas fue la comprobación del alto grado científico del Imâm y la derrota de Al-Ma’mûn, así como la neutralización de las artimañas de éste para debilitar al Imâm. Todos estos deben ser considerados como triunfos obtenidos de la política seguida por el Imâm, debiendo ser estudiados y examinados cada uno de éstos por separado.
De cualquier forma, en la vida de cada uno de nuestros Inmaculados Imâmes, deben ser tomadas en cuenta las diferentes fases de las verdades existentes dentro de ellos. Así como la vida de los Profetas no puede ser medida con la misma proporción que son medidos los actos de los reyes, los dictadores y los políticos ya que los fundamentos de sus actos parten del manantial de la revelación, así también, la vida de los Imâmes no puede ser comparada con la vida de personas comunes, ya que los Imâmes, al igual que los Profetas, mantenían una comunicación especial con Dios.

Fundación  Usul Din
SU NACIMIENTO Y NOMBRAMIENTO
El undécimo día del mes de Dhul Qa’dah del año 148 H.L. (29-12-765 d.C.) en Medina en la casa del Imâm Mûsâ Ibn Ÿa‘far(P) un niño abrió sus ojos al mundo , que después de su padre fue el centro de la fe y sabiduría, y guía de la sociedad. Lo llamaron ‘Alî, y durante su vida fue conocido bajo el nombre de “Rida” que significa “resignación”.
Su madre “Naymah” , fue conocida como una gran dama, inteligente, crédula y abstinente .
Ante todo, nuestros Inmaculados Imâmes eran descendientes de los mejores padres, y fueron educados bajo la tutela de sobresalientes y virtuosas mujeres.
El Imâm Ar-Rida (P) en el año 183 H.L. (799 H.L.), después del martirio de su padre, el Imâm Mûsâ Al-Kâdzim (P) en la cárcel de Hârûn, a la edad de los treinta y cinco años, tomó la guía del imâmato en sus manos y aceptó ser el líder de la gente.
El imâmato de este admirable hombre fue, al igual que los demás Imâmes, según lo dictaminado por el Mensajero del Islam y con la presentación de él por parte de su padre.
El Imâm Al-Kâdzim (P) antes de ser encarcelado, había determinado quién sería, después de él, el octavo Imâm verdadero y prueba de Dios sobre la Tierra, para que sus seguidores y buscadores de la justicia no quedaran en la oscuridad, y no se desviaran.
“Majzûmî” argumenta: El Imâm Al-Kâdzim (P) me llamó y dijo:
“¿Acaso sabéis por que os he llamado?”
“¡No!”
“Quería que fueseis testigos que este, mi hijo –y apuntando hacia el Imâm Ar-Rida (P) continuó diciendo–, será mi heredero y sucesor…”.
“Yazîd Ibn Salît” manifiesta: Para realizar la peregrinación nos dirigíamos hacia La Meca, en el camino nos encontramos con el Imâm Al-Kâdzim (P), y le pregunté:
“¿Conoces este lugar?
Respondió: “¡Sí! ¿Tú lo conoces?”
“¡Sí! En este mismo lugar fue donde mi padre y yo nos encontramos con vuestro padre y con vos. Los acompañaban vuestros otros hermanos. Mi padre dijo al Imâm As-Sâdiq (P): ¡Ofrezco a mi padre y madre por vos! Vosotros sois nuestros Inmaculados Imâmes, y nadie ha vivido eternamente. Decidme aquello que deba transmitir a los demás para que no sean de los perdidos”.
El Imâm As-Sâdiq (P) le dijo:
“¡Oh, Abû ‘Umarah! Estos son mis hijos y el mayor de entre ellos es él –apuntando hacia vos–. Él tiene la habilidad para dictaminar, posee entendimiento y generosidad, sabiduría y erudición de aquello que requiere la gente, y también es sabedor de todo aquello referente a la religión y al mundo que la gente requiere; posee un buen temperamento y él es uno de los senderos que llevan hacia Dios.
“¡Infórmame al igual que vuestro padre informó al mío! Y decidme quién será el Imâm después de vos”. Le pedí.
El Imâm, después de explicar respecto a que el imâmato es una disposición Divina y que el Imâm es elegido por parte de Dios y Su Enviado dijo:
“Después de mí, el imâmato pasará a manos de mi hijo ‘Alî, que lleva el mismo nombre que el primer Imâm, ‘Alî Ibn Abû Tâlib, y el cuarto Imâm, ‘Alî Ibn Al Husaîn…”.
En ese momento reinaba un ambiente sofocante en la sociedad islámica y fue por ello que Imâm Al-Kâdzim (P) pidió a Yazîd Ibn Salît al final de su entrevista:
“¡Oh, Yazîd! Lo que te dije guárdalo como un secreto. Y revélalo únicamente para aquellos que son de fiar”.
Yazîd Ibn Salît argumenta: Después del martirio del Imâm Al-Kâdzim (P) fui a ver al Imâm Ar-Rida (P). Antes de que pronunciase palabra alguna dijo:
“¡Oh, Yazîd! ¿Me acompañas al Haÿÿ Umrah?
Respondí: “¡Ofrezco a mi padre y madre por ti! Vos mandáis, pero yo no tengo dinero para realizar este viaje”.
“Tu viaje corre por mi cuenta”. Me dijo.
Nos dirigimos hacia La Meca, llegamos al lugar donde años atrás me había encontrado con los Imâmes As-Sâdiq (P) y Al-Kâdzim (P)… Luego relaté al Imâm la ocasión en que me había entrevistado con su padre y aquello que había escuchado de él.
MORAL Y CONDUCTA DEL IMÂM
Nuestros Inmaculados Imâmes vivían entre la gente y para la gente, prácticamente enseñaban a la gente como vivir, la pureza y las virtudes. Ellos eran un modelo y ejemplo para los demás, y a pesar de que el rango del imâmato los hacia destacar entre la gente, y eran los escogidos y prueba de Dios sobre la Tierra, no tenían un sitio especial en la sociedad, no se alejaban de la gente, tampoco poseían monopolio ni llevaban una vida privada como los reyes y opresores; jamás obligaban a la gente al yugo, ni la ofendían y mucho menos la humillaban.
“Ibrâhîm Ibn ‘Abbas” relata: “Nunca vi que el Imâm Ar-Rida (P) fuese falto de bondad con alguien; ni tampoco vi que cortase las palabras de otro antes de que terminase de hablar, jamás despedía a un necesitado sin darle lo que éste le pedía y estaba al alcance del Imâm, frente a otros no estiraba sus pies, nunca vi que hablara con ninguno de sus sirvientes descortésmente, nunca se reía a carcajadas sino únicamente dejaba ver una sonrisa en sus labios, cuando llegaba la hora de la comida todos los ocupantes de la casa inclusive el portero y el establero se sentaban a la mesa y comían junto al Imâm. Por las noches dormía poco y más bien la pasaba en vela, y la mayoría de las noches se quedaba despierto hasta la madrugada orando. Ayunaba en demasía y no olvidaba ayunar los tres días del mes.  Realizaba buenos actos en secreto, y sobre todo aprovechando la oscuridad de la noche ayudaba de incógnito a los necesitados.
“Muhammad Ibn Abî ‘Ibâd” narra: “En verano el Imâm cubría el suelo con una estera y en invierno con una alfombra de lana. Su ropa –de casa– era burda y tosca, pero cuando se presentaba en alguna reunión social, se arreglaba y vestía como los demás”.
Una noche el Imâm tenía invitados. Cuando estaban platicando la lámpara se apagó. El invitado del Imâm estiró la mano para arreglarla, pero el Imâm lo detuvo, arreglándola él mismo, entonces dijo:
“Nosotros somos un grupo que no acepta que nuestros invitados trabajen”.
En otra ocasión en el baño público, un hombre que no conocía al Imâm le pidió que le ayudara a bañarse, el Imâm aceptó y comenzó a bañarlo. Los demás bañistas presentaron al hombre al Imâm. El hombre avergonzado comenzó a disculpares, pero el Imâm sin poner atención a lo que decía el hombre, continuó bañándolo, y le decía:
“¡No tiene importancia!, ¡no tiene importancia!”
Un hombre dijo al Imâm: “¡Juro por Dios, que de entre los antepasados que ocuparon la Tierra, ninguno se asemeja a vuestros ancestros en cuanto a superioridad y generosidad!” El Imâm respondió:
“La abstinencia les proporcionó generosidad, y la obediencia a su Creador, los hizo superiores”.
Un hombre de “Balj” (hoy Afganistán) narra: Acompañaba yo al Imâm Ar-Rida (P) en su viaje a Jurasán. Un día puesta la mesa, el Imâm sentó a todos sus acompañantes y servidores, incluyendo a los de color, para que comiesen juntos. Yo propuse al Imâm: “¿No sería mejor que ellos se sentasen en otra mesa a comer?”
El Imâm dijo:
“¡Calla! El Creador de todos es Uno. Los padres de todos son los mismos. Y el premio será dado por el proceder de cada uno”.
Un sirviente del Imâm de nombre Yâsir cuenta: El Imâm Ar-Rida (P) nos había dicho:
“Si algún día os encontráis comiendo y yo os llamo para algo, no os levantéis hasta que terminéis de comer”.
En muchas ocasiones sucedió que el Imâm nos llamaba y le informaban: “¡Están comiendo!”
Él respondía: “Dejadlos que terminen de comer”.
En una ocasión un desconocido vino a ver al Imâm y después de saludar dijo: “Yo soy vuestro admirador, admirador de vuestro padre y ancestros. Voy de regreso de la peregrinación y se me ha terminado el dinero. Si os parece, dadme una cantidad para que pueda llegar a mi ciudad y allá de vuestra parte entregaré esa misma cantidad a los necesitados, ya que yo en mi ciudad no soy indigente y en estos momentos que me encuentro de viaje me veo necesitado”.
El Imâm se levantó y se dirigió a otra habitación. Trajo consigo doscientos dinares y estirando la mano por arriba de la puerta llamo al hombre y le dijo:
“Toma estos doscientos dinares y compra lo necesario para tu viaje. No es necesario que des limosna de mi parte”.
El hombre tomó el dinero y se fue. El Imâm salió de la habitación y regresó a su lugar. Entonces le preguntaron: “¿Por qué no dejó que el hombre lo viese cuando le entregó el dinero?”
“Para no ver la vergüenza que siente un necesitado al pedir algo”, respondió el Imâm.
Nuestros purificados y grandes Imâmes respecto a la educación y guía de sus seguidores no se limitaban únicamente a decirlo de palabra, sino que ponían especial atención en la forma de actuar de éstos, y de inmediato les hacían ver sus faltas, para que tanto ellos como los otros y los venideros entraran en el sendero recto y adquieran conocimiento.
Uno de los compañeros cercanos al Imâm Ar-Rida (P), “Sulaîmân Ÿa‘farî” relata: “Me encontraba con el Imâm para tratar varios asuntos. Cuando terminamos y me disponía a irme, dijo:
“¡Acompáñame esta noche!”
Cerca del ocaso nos dirigimos a su casa. Sus sirvientes se encontraban ocupados haciendo unas reparaciones en la casa. El Imâm divisó a un desconocido entre ellos, entonces preguntó:
“¿Quién es él?”
“Nos ayuda, ya le daremos algo”. Le respondieron.
“¿Habéis determinado la paga?”
“¡No! Lo que le demos, acepta”.
El Imâm se enojó. Yo le dije: “¡No os preocupéis!”
“Muchas veces se los he dicho, cuando traigan a alguien que les ayude en el trabajo, antes de que comience deben determinar la paga y hacer un contrato con él. Aquél que realiza un trabajo sin contrato y sin ser determinada la cantidad de su paga, si al final le entregan el triple de la paga que merece, cree aún que habéis sido injustos, pero cuando le dais lo convenido en el contrato, estará agradecido que actuasteis según lo acordado. Y si en esta situación le entregáis algo más de lo convenido, aunque sea poco, entiende que le disteis más de lo pactado y os quedará agradecido”.
“Ahmad Ibn Muhammad Ibn Abî Nasr Bazantî” que era considerado uno de los grandes compañeros del Imâm ‘Alî Ar-Rida (P) manifestó: “En una ocasión, acompañado de tres de los compañeros del Imâm, fui a visitarlo y estuvimos con él durante cerca de una hora. Cuando quisimos regresar el Imâm me dijo:
“¡Oh Ahmad, siéntate!”
Mis compañeros se fueron y yo me quedé con el Imâm. Aproveché para hacerle algunas preguntas que tenía, las cuales me respondió. Ya entrada la noche quise retirarme, entonces el Imâm preguntó:
“¿Te vas o te quedas conmigo?”
Le contesté: “Lo que vos dispongáis. Si ordenáis que me quede, me quedo; y si no, me retiro”.
“¡Quédate! –Y apuntando hacia una cobija continuó diciendo– Puedes dormir ahí”.
Entonces el Imâm se levantó y se dirigió a su lecho. Yo, alegre me prosterné y dije: “Gracias a Dios, que la prueba de Dios sobre la Tierra y el heredero de la sabiduría de los Profetas, entre nosotros cuatro que venimos a visitarlo, me ha agraciado a mí de tal forma”.
Me encontraba aún en posición de prosternación que repentinamente el Imâm regresó a la habitación. Me levanté. El Imâm tomó mi mano y apretándola entre las suyas dijo:
“¡Oh, Ahmad! El Amir de los Creyentes, ‘Alî (P), fue a visitar a Sa‘sa‘ah Ibn Sûhân (que era uno de los compañeros especiales de ese Imâm), cuando quiso retirarse le dijo: “¡Oh, Sa‘sa‘ah! No te sientas orgulloso entre tus hermanos por el hecho de haberte visitado. Sé abstinente y teme a Dios, sé humilde y sumiso por Dios, que Él te otorgará una elevada dignidad”.
El Imâm Ar-Rida (P) quiso advertirle que ningún hecho toma el lugar de la formación de sí mismo, ni el de las buenas acciones, y que no debía sentirse orgulloso por cualquier distinción. No por ser de los cercanos al Imâm ni la atención que éste te tenga, deben hacerte sentir orgulloso y superior a los demás.
POSICIÓN QUE OCUPABA EL IMÂM ANTE LOS CALIFAS DE SU ÉPOCA
El período del imâmato del Imâm ‘Alî Ibn Mûsâ Ar-Rida(P) fue durante el califato de Hârûn Ar-Rashîd y sus dos hijos Amîn y Al-Ma’mûn: diez años del califato de Hârûn, cinco años del califato de Amîn y cinco más del califato de Al-Ma’mûn.
El Imâm durante el califato de Hârûn
Después del martirio del Imâm Al-Kâdzim (P), el Imâm Ar-Rida (P) hizo público su imâmato y su invitación, y sin temor comenzó a dirigir a los musulmanes. La sofocante situación política en la que atravesaba la sociedad durante el gobierno de Hârûn había ocasionado que algunos de los más cercanos al Imâm, por la franqueza y claridad de éste, temiesen por su vida.
“Safwân Ibn Yahîâ” argumenta: Después de la muerte de su padre, el Imâm Ar-Rida (P) dio un discurso por el cuál nosotros temimos por su vida y le dijimos: “Habéis declarado un asunto delicado, nosotros tememos por ti, –y señalando a Hârûn añadimos– por ese insurrecto”.
El Imâm respondió: “Que se esfuerce lo que quiera, ya que de ninguna manera puede herirme”.
“Muhammad Ibn Sanân” relata: En el tiempo del califato de Hârûn dije al Imâm Ar-Rida (P): “¡Vos habéis anunciado vuestro imâmato, y habéis ocupado el lugar de vuestro padre, mientras que la espada de Hârûn está sedienta de vuestra sangre!”
Él dijo: “Aquello que me hizo anunciar mi imâmato sin temor fueron las palabras del Mensajero de Dios que dicen: “Si Abû Ÿahl pudiese arrancarme un pelo de la cabeza (hacerme el menor daño), sean testigos que yo no soy Profeta”. Y yo digo: “Si Hârûn pudiese arrancarme un pelo de la cabeza, sean testigos que yo no soy Imâm”.
Y sucedió tal y como el Imâm lo había predicho ya que Hârûn nunca encontró la ocasión para molestar al Imâm, y por fin, a raíz de las revueltas llevadas a cabo en el este de Irán, Hârûn se vio obligado a trasladarse con su ejército a Jurasán. Durante el viaje enfermó y el año 193 H.L. (809 d.C.) murió en la ciudad de Tûs y el Islam y los musulmanes se vieron librados de su pérfida existencia.
El Imâm en la época de Amîn
Después de la muerte de Hârûn comenzaron las controversias entre Amîn y Al-Ma’mûn. Hârûn había nombrado a su hijo Amîn sucesor, y había tomado su promesa de que después de él (Amîn), su hermano Al-Ma’mûn sería el califa, y la región de Jurasán, durante el califato de Amîn, debería ser gobernada por Al-Ma’mûn. Pero Amîn, después de la muerte de Hârûn, en el año 194 H.L. (810 d.C.) nombró a su hijo Mûsâ sucesor, privando a su hermano Al-Ma’mûn de esta posición.  Finalmente, después del sangriento enfrentamiento entre Amîn y Al-Ma’mûn, Amîn fue asesinado el año 198 H.L. (813 d.C.), y Al-Ma’mûn tomó el califato en sus manos. El Imâm Ar-Rida (P) durante todo este tiempo, aprovechando las diferencias existentes en el gobierno del califa, tranquilamente se dedicó a guiar, enseñar y preparar a sus seguidores.
El Imâm en la época de Al-Ma’mûn
Al-Ma’mûn, entre los califas de los Banî ‘Abbas fue el más inteligente y engañoso. Había estudiado y conocía otras ciencias, al grado que se sentaba a debatir con algunos sabios de su época. Claro está, en esa época su adquisición fue también un medio político utilizado en contra de la gente, ya que nunca estuvo interesado en la religión ni en el Islam; tampoco era menos corrupto y perverso, ni se divertía menos que los califas anteriores. Lo único que lo diferenciaba de los otros era que actuaba cuidadosamente y con ello engañaba a la mayoría de la gente. Inclusive para solidificar los pilares de su gobierno a veces se sentaba a discutir con los eruditos y debatía con ellos cuestiones religiosas.
La amistad y compañerismo que sostenía Al-Ma’mûn con el juez “Yahîâ Ibn Akzam” que era un hombre corrupto y ruin, fue el mejor testigo para conocer la impiedad y perversidad existente dentro de él. La sociedad lo conocía como un hombre obsceno, al grado que el mismo cálamo se avergüenza caligrafiar su comportamiento. Al-Ma’mûn había elegido como su íntimo amigo a un hombre como tal y lo más alarmante era que le había otorgado el grado de Juez Supremo de la comunidad islámica, y deliberaba con él respecto a los asuntos internos del país.
De cualquier forma, en la época de Al-Ma’mûn aparentemente era libre la instrucción, y los eruditos eran invitados al palacio del Califa. Las recompensas que Al-Ma’mûn entregaba a los sabios y estudiantes, ocasionó que los instruidos lo respaldaran. Él organizaba reuniones en las cuales se argumentaba, debatía y aprendía y, durante su califato, las discusiones y polémicas científicas habían llegado a su esplendor. Además de todo esto, Al-Ma’mûn se esforzaba por medio de algunos actos, de atraer la atención de determinados shiíes y seguidores del Imâm. Como ejemplo: cuando daba algún discurso aceptaba abiertamente que el más apto para ser sucesor del Mensajero del Islam, habría sido el Imâm ‘Alî (P), el Amir de los Creyentes, y había permitido oficialmente que todos hablaran mal y maldijeran públicamente a Mu‘awîîah. El jardín de “Fadak” que le había sido quitado a Fâtimah Az-Zahrâ (P) lo regresó a los alíes y, aparentemente, mostraba simpatía hacia ellos.
Considerando la conducta que Hârûn había seguido, así como los asesinatos que había realizado y la mala influencia que habían dejado en la gente, Al-Ma’mûn intentaba, con este proceder, terminar con cualquier revuelta o levantamiento, y trataba de mantener satisfecho al pueblo para poder continuar con su gobierno. Por ello debemos decir que la situación de esa época requería que comenzase a restituir lo que habían destruido, simulase que estaba modificando las irregularidades, y que era diferente a los demás califas que habían gobernado antes que él.
Nombramiento del Imâm como sucesor del Califato
Después de que Al-Ma’mûn terminó con el gobierno de su hermano Amîn y ocupó el trono, se vio en una situación muy delicada e inestable, ya que no era buena la postura que ocupaba sobre todo en la ciudad de Bagdad, que en esa época era el centro del gobierno Abbasí. En Bagdad se encontraban los seguidores de Amîn que no veían beneficio alguno por parte del gobierno de Al-Ma’mûn en Marv. Por otra parte, el levantamiento de los alíes era otra seria amenaza para el gobierno de Al-Ma’mûn, ya que en el año 199 H.L. (814 d.C.) “Muhammad Ibn Ibrâhîm Tabâ Tabâ” –que era uno de los grandes personajes alidas (seguidores del Imâm 'Alî -P-)– con la ayuda de “Abû As-Sarâîâ” se reveló, imitándolo otro grupo de alidas en las ciudades de Irak y Hiÿâz, quienes aprovechando la debilidad que habían ocasionado las diferencias existentes entre Al-Ma’mûn y Amîn tomaron algunas de estas ciudades ocasionando desórdenes desde Kufa hasta el Yemen. Pero Al-Ma’mûn con gran esfuerzo dominó la situación.
Por otra parte existía también el peligro de que los iraníes se levantasen para secundar a los alíes, ya que los iraníes aceptaban que el califato pertenecía a los descendientes de Imâm ‘Alî (P), y fue la simpatía que sentían los iraníes hacia ‘Alî el Príncipe de los Creyentes (P) y su familia, lo que ayudó a los abasíes para derrocar a los omeyas.
A Al-Ma’mûn, que era un hombre talentoso y sagaz, se le ocurrió que con un plan como el de nombrar al Imâm Ar-Rida (P) su sucesor, o entregar el califato a una personalidad como él, podría asegurar los pilares inestables de su gobierno. Guardaba la esperanza que con este acto podría detener el levantamiento de los alidas y conseguir la aprobación de su gobierno por parte de ellos y, por otra parte, preparar a los iraníes para que lo aceptasen. Es obvio que ceder el califato o nombrar al Imâm como su heredero, era un procedimiento político bien calculado, ya que es inconcebible que alguien que mata a su propio hermano para apoderarse del poder y no teme realizar en su vida privada ninguna falta o perversión, súbitamente se vuelva tan amante de la religión al grado que esté dispuesto a entregar el califato a otro. El mejor testigo del engaño y trampa de Al-Ma’mûn fue cuando el Imâm rechazó la propuesta, ya que si Al-Ma’mûn hubiese sido sincero en sus palabras y actos, el Imâm nunca hubiese rechazado el califato que era derecho exclusivo de los Imâmes.
Otros testigos existentes en la historia muestran claramente las malas intenciones de Al-Ma’mûn. A continuación nos permitimos mencionamos algunos de éstos ejemplos:
1.- Al-Ma’mûn había colocado espías al Imâm para que lo mantuviesen informado detalladamente de todo lo que acaeciese, siendo ésta una muestra de la enemistad, desconfianza y malas intenciones que sentía Al-Ma’mûn hacia el Imâm. En las narraciones islámicas encontramos: “Hishâm Ibn Ibrâhîm Râshadî” era uno de los compañeros más cercanos al Imâm y estaba encargado de las funciones diarias que llevaba éste a cabo. Cuando trasladaron al Imâm a la ciudad de Marv, inició vínculos amistosos con Al-Ma’mûn y con su ministro Fadl Ibn Sahl, llegando al grado que no les ocultaba nada. Al-Ma’mûn lo nombró el encargado de los asuntos personales del Imâm, y Hishâm únicamente permitía visitar al Imâm a quienes él consideraba conveniente, era inflexible hacia con él Imâm y lo mantenía en estrechas circunstancias, inclusive había prohibido a los amigos y seguidores del Imâm que lo frecuentaran, e informaba a Al-Ma’mûn y a Fadl Ibn Sahl hasta de lo que hablaba el Imâm en su propia casa…
2.- Abû Salt respecto a la enemistad de Al-Ma’mûn hacia el Imâm argumenta: “Imâm se sentaba a debatir con los sabios y los vencía, la gente decía: “¡Juro por Dios que él es más merecedor del califato que Al-Ma’mûn!” Y los espías informaban a Al-Ma’mûn de esto…”.
3.- También vemos como Ÿa‘far Ibn Muhammad Ibn Al Ash‘az durante el tiempo que el Imâm estuvo en Jurasán junto a Al-Ma’mûn le dijo que quemase sus cartas después de leerlas, ya que corría el peligro de que cayesen en manos de otros. El Imâm para tranquilizarlo le envió un recado diciendo: “Quemo las cartas después de leerlas”.
4.- Igualmente observamos como el Imâm, en esa misma época que se encontraba con Al-Ma’mûn y después de haber sido nombrado sucesor del Califa, en respuesta a Ahmad Ibn Muhammad Bazantî escribe: “…y respecto a que solicitas permiso para visitarme, en estos momentos es difícil, ellos se han vuelto rigurosos conmigo, y por lo pronto no te será posible, si Dios quiere dentro de poco podrás hacerlo”.
5.- Más claro aún fue cuando Al-Ma’mûn en repetidas ocasiones ante algunos de sus cercanos y familiares declaró sus verdaderas intenciones respecto al Imâm y directamente hablaba respecto de sus malos propósitos:
Al-Ma’mûn en respuesta a Hamîd Ibn Mihrân –uno de sus subalternos– y a un grupo de los abbasíes que lo incomodaban por haber otorgado la sucesión del califato a Imâm Ar-Rida (P) dijo: “Este hombre estaba escondido y lejos de nosotros, y para sí mismo invitaba. Yo quise nombrarlo mi sucesor para que su invitación la haga para nosotros, y acepte mi autoridad y califato, y sus enamorados comprendan que no es aquello que manifestaba ser. Y que este puesto –el del califato– es de nosotros, no de él. Nosotros temimos dejarlo libre, que provocase una revuelta que no pudiésemos detener y que crease una situación que no consiguiésemos controlar…”.
Por lo tanto, cuando Al-Ma’mûn quiso entregar el califato al Imâm o cuando lo nombró su sucesor, no tenía buenas intenciones y en este juego político sus objetivos eran otros. Por un lado pretendía transformar al Imâm a su gusto, ensuciar y menospreciar las virtudes y pureza de este Inmaculado, y por otro trataba de que el Imâm aceptase ya sea el califato o la sucesión tal y como Al-Ma’mûn pretendía, que en tal caso terminaría siendo una ganancia para Al-Ma’mûn, ya que si el Imâm aceptaba el califato, Al-Ma’mûn pondría como condición ser el sucesor y con este proceder Al-Ma’mûn demostraría que el califato le pertenecía a él y después en secreto y con ardides quitaría al Imâm de su camino; y en caso de que el Imâm aceptase la sucesión, los pilares del gobierno de Al-Ma’mûn se fortalecerían ya que hubiese sido como si el Imâm hubiese firmado su aceptación… El Imâm en realidad escogió el tercer camino y a pesar de que se vio obligado a aceptar ser el sucesor del Califa, con un método especial de sí mismo mostró, por un lado, que Al-Ma’mûn había alcanzado sus propósitos de acercarse al Imâm y, por otro, evitó la toma legal del califato, mostrando a la gente que el gobierno de Al-Ma’mûn era un gobierno sedicioso.
DE MEDINA HACIA MARV
Tal y como ya lo habíamos dicho, Al-Ma’mûn para lograr sus propósitos políticos, persuadir a los alíes que entre ellos siempre se encontraban personas valientes, sabias y devotas y convencer a la sociedad en especial a la de los iraníes que eran simpatizantes de Imâm Ar-Rida (P), decidió trasladar al Imâm a la ciudad de Marv y similar amistad con los alíes y con el Imâm. Al-Ma’mûn actuaba tan singular en su representación, que a veces engañaba a algunos de los shiíes que eran dóciles e humildes, por ello Imâm Ar-Rida (P) a varios de sus seguidores que posiblemente se pudiesen ver atrapados por las mentiras de Al-Ma’mûn, dijo:
“¡No experimentéis la sensación de soberbia con las palabras de ese!, ¡que no los engañe!, ¡juro por Dios, que Al-Ma’mûn me asesinará!, pero yo me veo obligado a esperar hasta que llegue el momento”.
Así es, Al-Ma’mûn para designar al Imâm como su sucesor, el año 200 H.L. (815 d.C.) ordenó que trasladasen al Imâm Ar-Rida (P) de Medina a Marv.
“Riÿâ’ Ibn Abû Ad Dahâk” enviado especial de Al-Ma’mûn argumenta:
“Al-Ma’mûn me comisionó para que fuese a Medina y trasladase al Imâm Ar-Rida (P). Me ordenó que día y noche lo vigilase y no lo confiase a otro.
Para obedecer lo ordenado por Al-Ma’mûn, acompañé todo momento al Imâm desde Medina a Marv. ¡Juro por Dios, que en mi vida he visto a alguien más abstinente, más temeroso y que recuerde más a Dios, que él!…”.
Y también argumenta: “Desde Medina hasta Marv, a cualquier ciudad que llegamos, los habitantes de ésta lo visitaban y preguntaban cuestiones de la religión. El Imâm les daba respuestas completas, y les transmitía muchas y diferentes narraciones de su padre hasta el Profeta…”.

“Abû Hâshim Ÿa‘farî” declara: “Abû Ad Dahâk llevaba al Imâm por la ruta de Ahwaz –sur de Irán-, cuando me llegó la noticia de que el Imâm venía en camino me dirigí hacia esa ciudad y fui a saludarlo, me presenté ante él, era la primera vez que lo veía. Era la época más caliente de verano y el Imâm se encontraba enfermo. Me dijo:

“¡Trae a un medico!”

Lo llevé. El Imâm le describió a éste una planta. El médico indicó:“No conozco a nadie fuera de vos que conozca ese planta, ¿cómo os habéis informado de ella? Esa planta no existe en esta época ni en esta región”.

“Entonces, trae caña de azúcar”. Agregó el Imâm.

“Encontrar caña de azúcar en esta época es más difícil que encontrar la otra planta, ya que no es su tiempo”. Respondió el médico.

“Estas dos pueden encontrarse en la región del norte y en esta misma época. –Y señalando hacia Abû Hâshim y hacia la presa de agua, el Imâm continuó diciendo–Dirigiros hacia allá, y después del dique encontrareis las siegas. Id hacia ese acopio, veréis a un hombre negro… Entonces preguntadle el lugar donde crece la caña de azúcar”.

Abû Hâshim argumenta: Fuimos a donde dijo el Imâm y trajimos para él la caña de azúcar, seguidamente dio gracias a Dios.

El médico me preguntó: “¿Quién es ese hombre?”

Respondí: “Es hijo del Señor de los Profetas”.

“¿Acaso posee él algo de la sabiduría y secretos de los profetas?”

“¡Sí! He visto en él de esa ciencia, pero él no es Profeta”.

“¿Es sucesor del Profeta?”

“¡Sí! Es de sus sucesores”. Le respondí.

Este suceso llegó a oídos de Abû Ad Dahâk, quién dijo a sus seguidores: “Si el Imâm se queda más tiempo en este lugar, la gente dentro de poco confiará en él”. Fue por ello que la caravana se puso en marcha de inmediato”.[1]
El Imâm en la Ciudad de Nishapur

Una mujer, nieta del dueño de la casa en donde el Imâm se hospedó durante su estancia en la ciudad de Nishapur, narra: “El Imâm Ar-Rida (P) llegó a Nishapur y se alojó en la parte oeste de esta ciudad, en una región llamada “Lâsh Âbâd” en casa de mi abuelo Pasandi[2]y mi abuelo fue llamado con este nombre ya que el Imâm aceptó su invitación de hospedarse en su casa.

En una esquina del jardín de la casa el Imâm plantó con sus propias manos un árbol de almendras. Un año más tarde como resultado de la generosidad que tenían las manos del Imâm, el árbol creció y dio fruto. La gente que comía de éste se aliviaba, y aquél que ingería su fruto con la intención de sanar, se curaba”.[3]

“Abâ Salt Hirawî” que era uno de los compañeros cercanos del Imâm argumenta: “Yo acompañaba al Imâm ‘Alî Ibn Mûsâ Ar-Rida (P) cuando quería irse de Nishapur, él montó un corcel gris, entonces Muhammad Ibn Râfi‘, Ahmad Ibn Al-Haraz, Yahîâ Ibn Yahîâ, Is.haq Ibn Râhwîah y un grupo de eruditos lo rodearon y tomando las riendas de su caballo dijeron: “¡Por respeto a vuestros purificados antepasados, transmítenos una narración que hayas escuchado de vuestro padre!”

El Imâm volteándose hacia ellos dijo:

“Mi padre, siervo benévolo de Dios, Mûsâ Ibn Ÿa‘far(P) me aseguró que su padre Ÿa‘far Ibn Muhammad As-Sâdiq(P), escuchó de su padre Muhammad Ibn ‘Alî Al-Bâqir (P) que él a su vez había oído de su padre ‘Alî Ibn Al-Husaîn Zaînul ‘Abidîn(P), y él de su padre el Señor de los Jóvenes del Paraíso Husaîn (P) que ‘Alî Ibn Abî Tâlib (P) su padre, había dicho:

–Escuché al Mensajero del Islam decir que el Arcángel Gabriel manifestó: Dios Todopoderoso indicó:

“Yo soy Dios Único, que fuera de Mí no existe otro igual. ¡Adoradme pués! Aquél que con sinceridad atestigüe que no existe divinidad fuera de Al.lah, se encontrará en Mi fortaleza, y aquél que se encuentre en Mi fortaleza se salvará de Mi castigo”.[4]

En otra narración similar está registrado que Is.haq Ibn Râhwîah que había estado presente en ese grupo, dijo: “Después de que el Imâm advirtió que Dios Todopoderoso indicó:

“Aquél que con sinceridad atestigüe que no existe divinidad fuera de Al.lah, se encuentra en Mi fortaleza, y aquél que se encuentre en Mi fortaleza se salvará de Mi castigo”.

El Imâm caminó un poco, detuvo su caballo y nos dijo:

“La fe en la unicidad de Dios que origina la salvación del castigo de Dios tiene sus condiciones y yo soy una de sus condiciones (o sea aceptar el wilâîat –gobierno– y el imâmat –la guía– de los Inmaculados Imâmes (P) es una de estas condiciones)”.[5]

En otra obra de historia está registrado que cuando el Imâm pronunciaba esta narración, la gente de Nishapur[6], que se había reunido para verlo, impedía –con sus gritos y sollozos que por mucho tiempo se dejaron escuchar– que el Imâm hablase, hasta que se acercó el medio día, y los dirigentes y consejeros gritaron: “¡Oh, gente! Escuchad al Imâm y no molestéis al Mensajero de Dios por medio de su familia. ¡Callad!…”.

Por fin el Imâm entre los gritos de júbilo de la gente pronunció la narración, y veinticuatro mil escritores estaban preparados para anotarlo.[7]

Abû Salt relata: “El Imâm salió de Nishapur. En un lugar llamado Dehe Sorj –ciudad que se encuentra cerca de Meshed– informaron al Imâm: “Es hora de la oración del medio día ¿deseáis realizarla?”

El Imâm se bajo de su montura. Pidió que le trajesen agua. Carecíamos de ésta. El Imâm se agachó y retiró la tierra con sus propias manos, no tardó en brotar agua del suelo y él y todos los que lo acompañábamos hicimos la ablución”. Este manantial existe aun hoy día.[8]

Cuando llegamos a “Sanabad” se recargó en un carrascal del cual hacían utensilios para cocinar, y dijo:

“¡Dios mío! Beneficia a la gente que de este pedregal hacen vajillas y Da abundancia a la comida que consumen en estas”.

Luego pidió que le hicieran varias cazuelas de piedra y dijo:

“Hagan mi comida únicamente en estas ollas[9].

El Imâm no prestaba gran importancia a lo que comía y se saciaba con poco alimento.[10]

Llegamos a la ciudad de Tûs y el Imâm se dirigió a casa de Hamîd Ibn Qahtabah Tâ’î. Entonces fue a donde se encontraba la tumba[11] de Hârûn Ar-Rashîdy en una esquina del mausoleo de éste marcó con su dedo una raya y dijo:

“Ésta es mi tierra y muy pronto seré enterrado aquí y dentro de muy pronto Dios Todopoderoso hará de este lugar, un lugar al cual los seguidores de la Shî‘ah y mis devotos viajarán por devoción a mi santuario…”.[12]

Al fin el Imâm llegó a la ciudad de Marv y Al-Ma’mûn lo hospedó en una casa especial, lejos de los demás, tratándolo con mucho respeto....

(Ver la continuación en archivo pdf)

[1]Bihâr, t.XLIX, p.118.

[2]El término “Pasandi” se deriva de la palabra “pasand” que significa aceptar.

[3]‘Uîûn Ajbâr Ar-Ridâ, t.II, p.131.

[4]‘Uîûn Ajbâr Ar-Ridâ, t.II. pp.132-133.

[5]Ídem., p.134.

[6]En esa época la ciudad de Nishapur era considerada una de las grandes ciudades de Jurasán y contaba con una gran población; esta ciudad fue destruida por los Mogoles en el año 618 H.L. (1221).

[7]Bihâr, t.XLIX, p.127.

[8]Bihâr, t.XLIX, p.125; ‘Uîûn Ajbâr Ar-Ridâ, t.II, p.135.

[9]Hoy en día las ollas de piedra son muy apreciadas por la gente, y la mayoría de los habitantes que vive en la Ciudad de Meshed no han olvidado las sabias palabras del Imâm y aún utilizan éstas para cocinar.

[10]Bihâr, t.XLIX, p.125; ‘Uîûn Ajbâr Ar-Ridâ, t.II, p.135.

[11]Lugar donde en la actualidad se encuentra la tumba del Imâm Ar-Rida(P), la Ciudad de Mashad, República Islámica del Irán.

[12]Bihâr, t.XLIX, p.125; ‘Uîûn Ajbâr Ar-Ridâ, t.II, pp.135-136.

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