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Los ancestros y ascendientes del profeta Muhammad (Mahoma) (PB)

Los ancestros y ascendientes del profeta Muhammad (Mahoma) (PB)

Por:Aiatollah Yafar Sobhani
 
Los siguientes son los ancestros del Profeta:
1.- Muhammad (B.P.)
2.- hijo de Abdullah
3.- hijo de Abdul-Muttalib
4.- hijo de Hashim
5.- hijo de Abd Manaf
6.- hijo de Cusaí
7.- hijo de Kiláb
8.- hijo de Murrah
9.- hijo de Ka‘b
10.- hijo de Lu'aí
11.- hijo de Gálib
12.- hijo de Fihr (Quraish)
13.- hijo de Malik
14.- hijo de An-Nadr
15.- hijo de Kinanah
16.- hijo de Juzaimah
17.- hijo de Mudrikah
18.- hijo de Ilías
19.- hijo de Mudar
20.- hijo de Nizar
21.- hijo de Madd
22.- hijo de Adnan.
Luego de algunas generaciones que anteceden a la de Adnán aparece la de Ismael, hijo de Abraham, con ambos sea la Paz.
ABRAHAM, PATRIARCA DEL MONOTEISMO
Nuestro objetivo al dilucidar la historia que sigue es conocer más de cerca a los ancestros del Profeta del Islam (B.P.), pues mediante su árbol genealógico se llega a Ismael (P.), hijo de Abraham (P.)
La ciudad natal de Abraham
El Profeta Abraham (P.) nació en un ambiente idólatra, en un ambiente donde el hombre se humillaba ante ídolos que él mismo esculpía y en el que además se rendía culto a las estrellas. La ciudad natal de Abraham (P.) fue Babilonia, una de las siete maravillas del mundo según los historiadores, pero de sus bellos jardines y sus altos castillos sólo quedan hoy montículos de restos y polvo en las inmediaciones de los ríos Tigris y Eufrates. Un silencio de muerte impera en ese lugar que sólo acierta a quebrarse cuando algún arqueólogo acampa en el lugar para realizar sus investigaciones.
Cuando nació el fundador del monoteísmo Babilonia estaba gobernada por Nimrod Ibn Canaan, idólatra empedernido y megalómano hasta el punto de considerarse el dios del universo y gran difusor en su pueblo de falsas supersticiones. El principal arsenal de que se valía Nimrod lo constituía un grupo de astrólogos y adivinos quienes (con su apoyo) fortalecían su gobierno. Nimrod vivía inmerso en un mar de supersticiones. Cierto día, mientras se encontraba en medio de una de sus tantas orgías, lo interrumpieron los astrólogos para darle la primera señal de alarma: “Tu reinado está próximo a ser destruido por un babilónico”. Saliendo a duras penas del adormecimiento y el letargo les preguntó: “¿Ha nacido ya?”. “No, aún no”, fue la respuesta de los adivinos. Temeroso Nimrod de lo que pudiera sucederle tomó algunas medidas: ordenó separar por un tiempo a los hombres de las mujeres, y también mandó a sus verdugos asesinar a todos los niños varones que nacieran a partir de ese mismo día, obligando incluso a las parteras a mantenerlo informado de cada nuevo nacimiento. No obstante esa misma noche la semilla de Abraham (P.) se había fecundado y su madre embarazada permaneció los nueve meses de su gestación oculta, del mismo modo en que lo haría luego la madre de Moisés (P.). Cuando dio a luz al pequeño lo llevó a una cueva cercana a la ciudad. Allí permaneció el niño por un largo período. Su madre lo visitaba y protegía cuantas veces le era posible. Nimrod se sentía tranquilo: creía que su enemigo ya estaba muerto.
Abraham (P.) permaneció en esa cueva hasta los trece años, edad en que su madre lo retiró de allí para integrarlo a la sociedad. Cuando esto ocurrió los servidores de Nimrod detectaron su aparición y preguntaron a la mujer: “¿Quién es este muchacho?”. “Es mi hijo, lo di a luz con anterioridad a la predicción de los astrólogos”, respondió ella.
Abraham completó y perfeccionó el más puro monoteísmo observando el fulgor de las estrellas, la armonía de la naturaleza, etc. Pero la sociedad que conocía estaba muy corrupta. La gente había perdido la razón, se había entregado a los astros, a quienes adoraban como dioses. Habían caído en algo muy bajo: adoraban lo que esculpían sus propias manos, y lo que es peor aún, se adoraban a sí mismos. Abraham (P.) debió prepararse para enfrentar semejantes creencias. Nos relata el Sagrado Corán:
“Cuando la noche lo cubrió vio una estrella y Dijo: ‘¡He aquí a mi Señor!’. Pero cuando ella desapareció afirmó: ‘¡No adoro a los que desaparecen!’. Cuando vio despuntar la luna dijo: ¡He aquí a mi Señor! , pero cuando ésta desapareció dijo: ‘¡Si mi Señor no me iluminase me contaría entre los desviados!’. Más cuando vio despuntar el sol dijo:’ ¡He aquí a mi Señor! ¡Este es mayor!’ Pero cuando se hubo puesto dijo: ‘¡Pueblo mío!, por cierto que no soy irresponsable de vuestra idolatría. Yo me consagro a Quién creó los cielos y la tierra, soy monoteísta y no me cuento entre los idólatras’.” (6: 76 a79)
Las armas que utilizaron los Profetas para establecer una comunidad y un gobierno basados en la fe fueron siempre la lógica y el argumento, pues hubiese sido imposible hacerlo mediante la fuerza y la espada. Existe una gran diferencia entre el modelo del gobierno profético y el gobierno faraónico. Este último tenía como objetivo imperar sobre los pueblos (tiránicamente) empleando cualquier medio disponible para lograrlo; mientras que el primero procura establecer un gobierno justo que perdure por siempre. La historia nos muestra que todo profeta comenzó su misión transmitiendo el mensaje, en primer lugar, a sus familiares, y luego difundiéndolo a los demás de su pueblo.
Forma en que los Profetas transmitían su mensaje.
Azar, padre de crianza de Abraham (P.) era un hombre que gozaba de una gran jerarquía, pues era uno de los astrólogos de la casa real. Cierto día Abraham (P.) le habló así:“Cuando dijo a su padre: ‘¡Padre mío! ¿Por qué adoras lo que no oye, ni ve ni puede valerte para nada? ¡Padre mío! ¡Por cierto que he recibido algo de la ciencia que tú no recibiste! Sígueme pues, que yo te conduciré por el camino llano. ¡Padre mío! ¡No adores a Satanás!, porque Satanás fue rebelde para con el Graciabilísimo. ¡Padre mío!, temo, ciertamente, que te azote un castigo del Graciabilísimo y serás así colega de Satanás’. Su padre le dijo:’ ¡Abraham! ¿Por ventura detestas a mis divinidades? Si no desistes te lapidaré. ¡Aléjate de mí por mucho tiempo!’ Le dijo (Abraham): ‘¡La Paz sea contigo! Imploraré para ti el perdón de mi Señor, porque es graciable para conmigo’.” (19:42 a 49)
    ¡Qué respuesta la de Abraham (P.)! ¿Cuál puede ser mejor?
¿Acaso fue Azar el padre (carnal) de Abraham?
La apariencia de algunas aleyas del Sagrado Corán nos hacen suponer que Azar era el padre de Abraham. Sin embargo el hecho de que el padre de un profeta sea idólatra no concuerda con la opinión de los sabios islámicos, quienes afirman que los padres de los profetas, sin excepción, eran monoteístas. ¿Cómo podemos resolver esta discrepancia? La mayoría de los intérpretes (del Corán) dicen que, aunque la palabra “ab” significa padre también era utilizada para llamar a quienes no lo eran. A menudo en la lengua árabe y en el Sagrado Corán se la utiliza para referirse al tío. En la siguiente aleya es utilizada como tal:“¿Acaso estabais presentes cuando la muerte sé presentó a Jacob, cuando dijo a sus hijos: ‘¿Qué adoraréis después de mi muerte?’ (a lo que) le respondieron: ‘Adoraremos a tu Dios, el Dios de tus padres: Abraham, Ismael e Isaac; al Dios Único a Quien nos consagramos’.?” (2: 133)
Es sabido que Ismael era tío y no padre de Jacob. Jacob fue el hijo de Isaac, hermano de Ismael. No obstante los hijos de Jacob también llamaron padre a Ismael, el tío de Jacob. Observando ambas utilizaciones de la palabra “ab” es posible que el Corán utilice la misma para referirse a Azar dándole el significado de tío, especialmente cuando la idea conjunta de los sabios lo confirma. Tal vez Abraham llamaba padre a su tío porque él había asumido ese rol durante mucho tiempo. Abraham lo miraba con los mismos ojos con que se suele mirar al padre.
El Corán no considera a Azar el padre de Abraham
A fin de esclarecer el punto de vista del Sagrado Corán respecto de Azar expondremos la interpretación de dos aleyas.
l.- Arabia se iluminó con la luz de la fe y el Islam como consecuencia de la misión sacrificada de Muhammad (B.P.). La mayoría de los árabes creyó sinceramente y se percató que a lo único a lo que los habría llevado la idolatría era al castigo infernal. Aunque estaban alegres por su fe el amargo recuerdo de la idolatría de sus padres los perturbaba. Era doloroso para ellos escuchar los versículos que dilucidaban el castigo de los inicuos. Para eliminar este dolor espiritual le pidieron al Enviado de Dios que suplicara al Todopoderoso por sus padres muertos en la incredulidad como lo había hecho Abraham por el suyo. En respuesta a esta su demanda fue revelada la siguiente aleya: “Es inadmisible que el Profeta y los creyentes imploren perdón para los idólatras, aunque éstos sean sus parientes carnales, desde que se les demostró que son réprobos. Abraham no habría implorado perdón para su padre de no ser por la promesa que le había hecho. Más cuando se cercioró de que era un enemigo de Dios se desentendió de él, porque Abraham era deprecante, paciente.” (9: 103 y 104)
Las evidencias históricas demuestran que la conversación de Abraham con Azar y su promesa de perdón que terminó con el distanciamiento de ambos tuvo lugar en su juventud, es decir, cuando aún Abraham no había abandonado Babilonia ni había partido para Palestina, Egipto y el Hiyaz. De la aleya recién mencionada deducimos que Abraham cortó sus relaciones con Azar durante su juventud a raíz de la impertinencia y la inclinación a los ídolos de aquél y que nunca más lo vio.
2.-En los últimos años de su vida y luego de realizar una gran misión (la reconstrucción de la Ka‘aba) y llevar a su esposa y a su hijo al desierto inhabitable de la Meca, Abraham (P.) suplicó por un grupo, en el cual se encontraban incluidos sus padres. Dice la aleya: “¡Señor nuestro! ¡Perdóname a mí, a mis padres y a los creyentes cuando llegue el Día del Juicio Final!” (14:41)
Esto nos demuestra que la súplica tuvo lugar tras cumplir con su misión, cuando Abraham ya era un anciano. Si su intención al decir “mis padres” incluye a Azar eso quiere decir que él no cortó las relaciones con su tío hasta los últimos años de su vida. Las aleyas anteriores responden al pedido de los musulmanes y explican que Abraham se había desentendido de su tío durante su juventud. Y es obvio que el desentendimiento no concuerda para nada con el ruego de perdón. De ambas aleyas podemos deducir que la persona que fue odiada por Abraham cuando era joven y cuyo lazo de cariño se fue cortando con el tiempo no era el padre de Abraham al cual éste recordaba y suplicaba para él el perdón hasta el fin de sus días.
Abraham, destructor de Ídolos.
Llegó cierto día de fiesta pública y los inconscientes y desatentos habitantes de Babilonia se dirigieron al desierto para descansar, recobrar fuerzas y festejar. La ciudad quedó vacía. Los antecedentes de Abraham, sus reproches y maldiciones a los ídolos los preocupaban, y por ese motivo antes de salir le pidieron que los acompañara para efectuar los rituales del festejo. Ante su insistencia Abraham se excusó diciendo que se encontraba enfermo. Casualmente aquel era un día de alegría tanto para los monoteístas como para los inicuos. Estos habían partido hacia las montañas y los campos con el fin de celebrar una antigua fiesta. También para el patriarca del monoteísmo aquel era un día de fiesta, pero de una fiesta que no conocía precedentes. Hacía ya mucho tiempo que anhelaba la llegada de ese bendito día en que pudiera ver vacía la ciudad y destruir los símbolos de la incredulidad y la idolatría. El último grupo de personas había salido de la ciudad. Abraham aprovechando la oportunidad entró al templo con el corazón firme en la fe. Observó a su alrededor y no vio más que cuantiosas maderas esculpidas e ídolos inanimados. Los alimentos que los idólatras habían colocado frente a ellos con el fin que fueran benditos le atrajeron mucho la atención. Pronto se acercó a las viandas, tomó un trozo de pan y burlándose de los ídolos les preguntó: “¿Por qué no comen estos manjares multicolores?” Desde luego, los dioses de piedra y madera no podían comer. Un silencio mortífero llenaba el recinto del gran templo, y fue quebrado por los golpes destructores de Abraham (P.) sobre los pies y manos de las figuras esculpidas. Los destruyó a todos y una montaña de piedra y madera quedó expuesta en medio del templo. Sólo dejó ileso al ídolo mayor y colgó el hacha en su hombro. Su intención era hacer creer que quien destruyó la totalidad de los ídolos había sido el más grande de todos ellos, y perseguía con ello un sutil objetivo. Abraham sabía que a su regreso los inicuos buscarían el verdadero factor del desastre y que seguramente descubrirían que lo aparente era irreal, ya que no creerían que el destructor de las imágenes había sido otro ídolo tallado, carente de movimientos. En ese preciso momento Abraham tendría la oportunidad de hacer llegar su mensaje, mostrándoles que el ídolo, según ellos mismos confesaban, no tenía poder alguno, y preguntándoles cómo era posible que lo adorasen. Poco a poco el sol se iba dirigiendo hacia el horizonte y su luz abandonaba el desierto. Las multitudes regresaban a la ciudad y el momento de rendir culto a los ídolos había llegado. Algunos entraron al templo. La escena inesperada significaba la mayor humillación hacia sus dioses, los asombró. El silencio y la impaciencia comenzaron a imperar en el lugar. Alguien rompió aquel silencio diciendo: “¿Quién fue el autor de este acto?”. Los antecedentes de Abraham (P.) contra los ídolos los convenció de que él había sido el responsable. Se convocó a una asamblea liderada por Nimrod y el joven Abraham y su madre fueron interrogados. El delito de la madre había sido ocultar a su hijo. Pero muy inteligentemente la mujer dijo: “Observé que la generación de este pueblo se exterminaría y por eso no comuniqué su nacimiento hasta tanto conocer el futuro de mi hijo. Yo tenía pensado comunicar su existencia si resultaba ser el mismo que los adivinos predijeron para que no hubiera más derramamiento de sangre. Si no resultaba serlo habría protegido la vida de una persona de la joven generación de esta ciudad.” La lógica de la madre atrajo la atención de los jueces. Luego le tocó el turno a Abraham quien dijo: “La escena del templo demuestra que la destrucción la llevó a cabo el mayor de los ídolos. Pueden preguntarle a él si es que puede hablar”. Abraham les habló burlonamente y con menosprecio porque sabía que le responderían “Abraham, tú sabes que los ídolos no pueden hablar”, y de ese modo le darían cabida para difundir el monoteísmo. La respuesta fue la que él esperaba y entonces replicó: “Si en verdad son como describen, ¿por qué entonces los adoran y suplican ante ellos por sus necesidades?” La ignorancia, la insolencia y la ciega imitación que imperaba en la mente y el corazón de aquellos jueces hicieron que dispusieran quemarlo. Prepararon una gran fogata y lo arrojaron con una catapulta. Pero la mano del favor y el cariño divinos se extendió hacia él protegiéndolo de su maldad. El infierno creado por los humanos fue convertido por el Poder divino en un jardín lleno de flores. (El Sagrado Coran se refiere a este tema en las aleyas 57 a 70 de la sura 21).
Las moralejas de esta historia.
Aunque los judíos se consideran los primeros en la caravana monoteísta y este relato es conocido por ellos, no se encuentra reflejado en su actual Biblia. Como el Sagrado Corán relata la historia expondremos algunas moralejas sabiendo que su objetivo es enseñar a los hombres:
1) Esta .historia es un firme testimonio de la valentía del Intimo del Graciabilísimo (“Jahlu Rahmán”, apelativo de Abraham). Su decisión de destruir los ídolos no era nada extraño para los seguidores de Nimrod pues reiteradas veces había expresado su odio y su desprecio hacia la idolatría. Solía decir: “Si no se alejan de sus cultos vergonzosos tendré que adoptar alguna medida”. Y el día en que todos se dirigían a la celebración, les dijo: “Por Dios que atacaré vuestros ido los tan pronto como hayáis partido”. (21:57)           
Dijo el Imam AI-Sadiq (P.): “La lucha de un monoteísta como Abraham contra las miles de filas de incrédulos es un vivo testimonio de su valentía y firmeza y de que no temía a nada de lo que pudiera sucederle en su difusión de la Unidad divina y la consolidación de sus bases”.
2) Aunque en apariencia los destructores golpes de Abraham tenían carácter de sublevación armada perseguían en verdad un fin propagandístico. El único remedio que le quedaba para despertar la razón adormecida de aquella gente era destruir sus ídolos. Y sin duda Abraham (P.) obtuvo su cometido porque después de escucharlo la gente se hizo conciente de su erróneo proceder. Dice el Sagrado Corán:“y se ensimismaron, diciéndose entre Sí: ¡En verdad que sois inicuos!.” (21:64)          
Deducimos también que el arma penetrante que los Profetas (P.) utilizaron fue sólo la lógica y el razonamiento. Y si no hubiera sido para hacerlos reflexionar, ¿qué sentido hubiese tenido la ruptura de los ídolos con la peligrosidad que ello implicaba?
3) Abraham sabía que su acción podía terminar con su vida y por ello debería haberse mostrado atemorizado, pensando en escapar o al menos en abandonar las bromas. Sin embargo se ve que controla sus impulsos. El ejemplo lo tenemos cuando entra al templo, se burla de los ídolos y les pregunta por qué no comen. Cuando los jueces lo interrogan responde: “Yo no soy el responsable de lo sucedido, el responsable es el mayor de los ídolos”. No caben dudas de que esta forma de expresarse pertenece a alguien que está preparado para que le sobrevenga cualquier prueba no sintiendo temor alguno. Más asombroso aún es el estado de Abraham (P.) cuando se encontraba en la catapulta, sabiendo que en pocos instantes más estaría ardiendo en llamas. Esas llamas eran tan altas que ningún ave podía alzar su vuelo cerca de ellas. En ese momento el ángel Gabriel (P.) descendió y le ofreció auxilio. Le dijo: “Pídeme lo que deseas”. Abraham (P.) le dijo: “Lo pediré, pero no a ti, a mi Señor”. Esta respuesta muestra claramente la grandeza y nobleza de espíritu de Abraham (P.). Desde su palacio, Nimrod, a muchos metros de aquella gran fogata y sentado junto a una ventana, aguardaba la venganza con impaciencia. Quería ver cómo las llamas aprisionarían a Abraham. La catapulta arrojó al Profeta sobre el fuego pero la Voluntad de Dios había convertido ese fuego en un jardín florido. Todos se asombraron. Inclusive Nimrod le dijo a Azar: “¡Abraham es muy querido por su Dios!”. El cambio del fuego por la frescura fue efectuado por orden de Dios, Quien así como otorga a cada cosa su función tiene el poder de eliminarla cuando quiere. A pesar de todos estos signos no consiguió Abraham libertad para difundir su doctrina. Finalmente el gobierno opresor decidió exiliarlo y ese exilio fue el inicio de un nuevo capítulo en la vida del Profeta Abraham (P.).
La emigración del Íntimo del Graciabilísimo.
El exilio fue la condena de Abraham. Debió abandonar su patria y dirigirse hacia Palestina y Egipto. Allí se enfrentó con la calurosa recepción de los Amaleque (gobernadores del lugar), que le obsequiaron preciosos regalos, entre ellos una esclava llamada Agar. Sara, la esposa de Abraham no tenía hijos. Su esterilidad la llevó a estimular a su esposo para que se casara con Agar. Quizá ella podría darle ese hijo que iluminaría su vida. El matrimonio se consumó y luego de un tiempo Agar dio a luz a Ismael. Poco después Dios agració a Sara con Isaac. Más tarde Abraham debió cumplir la misión de trasladar a Agar e Ismael hacia el sur y albergarlos en un valle desconocido (la Meca). Este valle no era habitable, sólo las caravanas que viajaban desde Sham hacia el Yemen y viceversa acampaban allí. En otros momentos era idéntico a otros tantos lugares de Arabia: un desierto ardiente. Para una mujer que había vivido en Egipto la vida en ese inhóspito lugar era muy difícil. El ardiente calor del desierto y los cálidos vientos mostraron la muerte a los ojos de Agar. Abraham se había sumergido en la reflexión. Mientras sostenía las riendas de su camello y un mar de lágrimas brotaba de sus ojos, dijo a Agar en el momento de dejarla: “Agar!, todo esto ha sido ordenado por Dios y no podemos desobedecerlo. Ampárate en El y ten certeza de que no nos humillará. Luego alzó sus manos al cielo y suplicó: “y de cuando Abraham dijo: ‘¡Señor mío!, haz que este lugar sea un país de paz y agracia con sus frutos a quienes de sus habitantes crean en Dios y en el Día del Juicio Final’.” (2: 126)
Cuando partió miró hacia atrás y rogó a Dios que Su Favor y Su atención se centraran sobre ambos. Aunque este viaje fue difícil y agotador el tiempo demostró que de él se obtendrían grandes frutos: la reconstrucción de la Ka‘aba, el imperio de la doctrina monoteísta sobre aquel territorio, y la fundación de un movimiento religioso universal que emprendería el último de los profetas, serían sus resultados.
¿Cómo surgió la fuente de Zamzam?
Abraham abandonó la Meca con los ojos llorosos. Pronto las provisiones de Agar y su hijo se terminaron. Ya no tenía leche en su pecho y el estado del niño se agravaba. La madre solitaria derramaba lágrimas. Repentinamente se levantó y corrió al pie de la montaña de Safá. A lo lejos observó un espejismo, cerca de la montaña de Marua. Corrió presurosa hacia él, pero la amargura la agobió cuando descubrió que su visión había sido engañosa. Los llantos del niño la hacían correr. Corrió siete veces entre las montañas de Safa y Marua con la esperanza de hallar agua. Finalmente, llena de desilusión y desesperanza volvió con su hijo. La respiración del pequeño se aletargaba, y ya no le quedaban fuerzas para llorar. En ese preciso instante la súplica de Abraham fue respondida. La agotada madre vio que debajo de los pies de Ismael comenzaba a brotar una fuente de agua cristalina. La madre que estaba segura que en cualquier momento hubiera perdido a su hijo se alegró extraordinariamente. Una luz de vida brillaba en sus ojos. Se saciaron ambos de aquel agua pura y cristalina y las nubes de la desilusión que habían ensombrecido el cielo de su vida se dispersaron gracias al favor divino. La aparición de aquella fuente que desde aquel día hasta la actualidad es llamada Zamzam, logró que las aves emigraran allí. Esta emigración cercioró a la tribu de Yarham, que vivía un tanto lejos del valle de la Meca, de que allí había agua. Por ese motivo dos personas fueron enviadas al lugar. Luego de buscar encontraron el centro de la Misericordia divina y divisaron junto a él a una mujer con su niño. Regresaron y comunicaron a los suyos lo que habían visto. Entonces en tropeles comenzaron a acampar alrededor de la fuente. De ese modo la amargura y la soledad de Agar habían llegado a su fin. El niño creció en la tribu de Yarham. Cuando fue mayor decidió contraer matrimonio con una joven de la misma, pues a través de ese vínculo gozaría de apoyo y protección.
La renovación del encuentro.
Abraham solía visitar a Agar e Ismael. En uno de sus viajes entró en la Meca y se dirigió a su casa, pero Ismael no estaba allí. Abraham le preguntó a su nuera: “¿Dónde está tu esposo?”. “Se fue de caza”, le respondió. “¿Tiene algo para comer?”, preguntó el Profeta. “No “, dijo ella. Abraham se entristeció por el mal trato y descortesía de su nuera para con él, y le dijo: “Cuando Ismael vuelva dale mis saludos y dile que cambie la puerta de su casa”. Al regresar a su casa Ismael olió el perfume de su padre y por lo que le relató su esposa se cercioró que no estaba errado. Por el mensaje que su padre le dejó descubrió que esa mujer no merecía ser su esposa y que debía divorciarse de ella. Tal vez aquí surja una pregunta: ¿Por qué después de transitar un camino tan largo Abraham no esperó a que Ismael volviera? Los historiadores dicen que su prisa se debía a una promesa que le había hecho a Sara y que consistía en no permanecer mucho tiempo en la. Meca. El no quería contrariarla.
Y una vez más Abraham viajó a la Meca. Esta vez para restaurar la Ka‘aba que se había derrumbado con el diluvio de la época de Noé y para atraer los corazones de los monoteístas hacia el lugar. El Sagrado Corán es fiel testimonio de que en los últimos años de la vida de Abraham el desierto de la Meca se había convertido en ciudad ya que él rogó a Dios luego de reconstruir la Ka‘aba. Dice el Corán:“y recuerda de cuando Abraham dijo: ‘¡Señor mío! ¡Pacifica esta metrópoli (la Meca), y presérvame a mi y a mis hijos de la adoración de los ídolos!’. “(14:35) Y al entrar en la Meca dijo: “Haz que este lugar sea un país de paz”. (2:126)
LOS ASCENDIENTES DE MUHAMMAD (B.P.)
Gossí Ibn Kalaab
Fue el cuarto ascendiente del Profeta del Islam (B.P.). Su madre, Fátima, se había casado con un miembro de la tribu de Kalaab. De ese matrimonio nacieron dos hijos, Gossí y Zohre. Cuando el más pequeño aún permanecía en la cuna su esposo murió. Ella volvió a casarse y su nuevo esposo se llamaba Rabi‘at. Juntas viajaron a Sham. Gossí gozó de la protección de su padrastro hasta que una discrepancia se suscitó entre él y la tribu de Rabi‘at. Por esto fue considerado ajeno a la tribu. El incidente le dolió tanto a su madre que pronto lo trasladó a la Meca. La capacidad de Gossí lo volvió prontamente famoso en la tribu de Quraish. En poco tiempo obtuvo el honor de gobernar la Meca y custodiar la Ka‘aba. Realizó grandes servicios. Uno de ellas fue estimular a la gente a vivir cerca de la Ka‘aba. Además fundó una institución llamada Daru-n-Nudua, una especie de consejo que solucionaba los problemas. Finalmente el sol de su vida se puso en el siglo V de la era cristiana. Dejó dos renombrados hijos, Abduddar y Abdu Manaf... (ver la continuación en archivo pdf)

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