Este domingo, las fuerzas bahreiníes han llevado a cabo asaltos en la ciudad de Aali, situada a unos tres kilómetros al sudeste de Manama (la capital), disparando gases lacrimógenos para dispersar a los dolientes. Según las fuentes locales, decenas de personas sufrieron dificultades respiratorias.
Las fuerzas de Al Jalifa también han atacado Al-Diraz, la ciudad natal del prominente líder opositor, el Sheij Issa Ahmad Qasem, lanzando gases lacrimógenos y usando pistolas de perdigones contra los dolientes chiíes reunidos alrededor de la residencia del clérigo.
El pasado 21 de mayo, un tribunal bahreiní condenó al Sheij Issa Qasem a un año de cárcel por “recogida de fondos ilegales y lavado de dinero”. Los cargos proceden de la colección de una donación islámica, llamada Jums (Un Quinto), que en el Islam shiíta es recogida y distribuida por un clérigo de alto rango entre los más necesitados.
Los acontecimientos de este domingo se producen un día después de que las fuerzas del país ribereño del Golfo Pérsico detuvieran al panegirista Abdul Amir al-Biladi tras el fin de una ceremonia de Muharram (el primer mes del calendario musulmán), celebrada en Manama.
Desde febrero de 2011, los bahreiníes protagonizan manifestaciones casi diarias contra la monarquía Al Jalifa para reclamar, entre otros, el fin del monopolio de poder y la instauración de un sistema constitucional y un poder judicial independiente.
Las protestas ocurren mientras la comunidad internacional mantiene el silencio ante las cuestiones de derechos humanos en Bahréin, donde la presencia de medios de comunicación extranjeros es mínima.
“El Gobierno de Bahréin está actuando con el objetivo de silenciar a todas las voces pacíficas y reprimiendo todas las alternativas de la oposición”, dijo hace unos meses Sayed Alwadaei, director del Instituto de Bahréin para los Derechos y la Democracia.