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El lado espiritual del ser humano

Por el Ayatola Muhammad Baqir As-Sadr

En el ser humano existen dos partes. Una de ellas es material y está representada por su composición orgánica. La otra es espiritual o inmaterial. Esta última es el terreno de juego de la actividad mental e intelectual. Por tanto, el ser humano no es algo complicado; sino que su personalidad es una dualidad de elementos materiales e inmateriales. Esta dualidad hace que nos sea difícil descubrir la clase de relación o lazo existentes entre la parte material y la inmaterial. Sabemos, en primer lugar, que la relación entre ambas partes es sólida, pues cada una de ellas afecta constantemente a la otra. Si, por ejemplo, una persona imagina que ve a un fantasma en la oscuridad, experimenta un temblor también, si a una persona se le obliga a hablar en público, comienza a sudar.

Más aún, cuando alguno de nosotros comienza a pensar, eso provoca una cierta actividad en nuestro sistema nervioso. Esto es debido a la influencia de la mente o alma, sobre el cuerpo. De igual manera, el cuerpo ejerce su influencia sobre la mente. Cuando la vejez alcanza al cuerpo, debilita la actividad mental. Si una persona ingiere demasiada bebida alcohólica puede ver una cosa como dos. ¿Cómo puede la mente y el cuerpo afectarse una a la otra siendo diferentes y no poseyendo cualidades en común? El cuerpo es un fragmento de materia, con sus cualidades de peso, masa, forma y volumen. Está sujeto a las leyes de la física. La mente o alma, por otro lado, posee una existencia inmaterial perteneciente a un mundo que está más allá de la materia.

Tomando en consideración este golfo que separa ambas partes, resulta difícil explicar su mutua influencia. Una piedra puede aplastar una planta que crece en la tierra ya que ambos son materia y dos piedras pueden chocar entre sí. Pero, uno debe explicarse cómo es posible que dos seres de dos mundos diferentes pueden tocarse e interactuar. La dificultad para ofrecer una explicación a esto ha llevado a los modernos pensadores europeos a adoptar la noción del “dualismo” tras haber rechazado la antigua explicación platónica de la relación entre el alma y el cuerpo como la relación que establece un conductor con el carruaje que conduce.

Platón pensó que el alma es una sustancia increada libre de materia que existe en un mundo sobrenatural. Posteriormente desciende al cuerpo para manejarlo, de la misma manera en que un conductor sale de su casa y sube al carruaje para conducirlo y dirigirlo. Es evidente que la explicación de Platón de esta dualidad o golfo que separa el alma y el cuerpo, no explica las estrechas relaciones que existen entre ellos, hasta el punto de hacer sentir a las personas que son un solo ser y no dos cosas que provienen de dos diferentes mundos y que se encuentran. La explicación de Platón continuó siendo incapaz de resolver el problema, a pesar de la revisión que Aristóteles realizó, introduciendo en ella la idea de forma y materia, y tampoco con Descartes, quien introdujo la teoría del paralelismo (nazariyyat  muwazana) entre la mente y el cuerpo, que establece que la mente y el cuerpo (el alma y la materia) se mueven a lo largo de líneas paralelas.

Cada acontecimiento que tiene lugar en una de ellas, va acompañado de otro acontecimiento paralelo en la otra. Este paralelismo necesario entre los acontecimientos mentales y corporales no significaría que ninguno de ellos sea causado por el otro. La mutua influencia entre un objeto material y algo inmaterial no tendría sentido. Sin embargo, este paralelismo necesario entre estas dos clases de acontecimientos sería debida a la Divina Providencia que ha establecido que la sensación del apetito venga siempre acompañada por el movimiento de la mano hacia los alimentos, sin que esta sensación venga causada por tal movimiento. Es evidente que esta teoría del paralelismo es una moderna expresión del dualismo platónico y del golfo que separa la mente y el cuerpo. Los problemas resultantes de explicar al ser humano cómo la unión de un alma y un cuerpo, llevaron al pensamiento europeo a cristalizar una nueva explicación del ser humano sobre las bases de un solo elemento. Así, la psicología filosófica materialista desarrolló la afirmación de que el ser humano no es mas que materia. De manera similar, se generó la tendencia idealista, la cual tiende a dar una explicación espiritual del ser humano en su conjunto. Finalmente, la definición del ser humano sobre la base de los dos elementos, el espiritual y el material, encontró su mejor explicación de la mano del filósofo musulmán Sadr al-Muta’allihin ash-Shirazi. Este gran filósofo descubrió un “movimiento sustancial” (1) en el corazón de la naturaleza. Este movimiento es la fuente primaria de todos los movimientos sensibles que tienen lugar en la naturaleza. Es el puente que Ash-Shirazi descubrió entre la materia y el alma.  La materia, en su movimiento sustancial, perfecciona su existencia y continua completándose hasta que se libera de su materialidad, bajo condiciones específicas y deviene un ser, inmaterial, es decir, un ser espiritual. Por tanto, no hay una línea divisoria entre lo material y lo espiritual sino que ambos son dos grados o niveles de los niveles de la existencia. A pesar del hecho de que el alma no es material posee relaciones materiales porque ello es el estadio más elevado de la perfección de la materia en su “movimiento sustancial” A la luz de ello podemos entender la estrecha relación entre el alma y el cuerpo.

Nos resulta familiar la idea de que entre la mente y el cuerpo, es decir, entre el alma y la materia, se produce un intercambio de influencias puesto que la mente no es una cosa separada de la materia por un amplio golfo, como había imaginado Descartes cuando creyó necesario negar su mutua influencia y afirmar su mero paralelismo. Más bien, la mente misma no es otra cosa que un aspecto material del movimiento sustancial en su ascenso a lo más alto y la diferencia entre la materia y el espíritu es una diferencia únicamente de grado, como la existente entre el calor intenso y el calor menos intenso. Esto no significa que el espíritu sea un producto de la materia y uno de sus efectos, sino que es el producto del “movimiento sustancial”. Y el movimiento sustancial no procede el mismo de la materia, ya que el movimiento, todo movimiento, es el surgimiento de la cosa desde lo potencial hacia lo actual, de la potencia al acto, gradualmente, como vimos en nuestra argumentación previa sobre el concepto de desarrollo según la dialéctica. Y la potencia no genera el acto, así como lo posible no genera lo existente, por lo tanto, el movimiento sustancial tiene su causa fuera de la esfera de la materia en movimiento y el espíritu, que es el lado no material de la persona, es la conclusión de este movimiento. Y el movimiento en sí mismo, es el puente entre la materia y el espíritu.

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