Si los estadounidenses celebran el 4 de julio como el Día de la Declaración de Independencia de Gran Bretaña, los iraníes conmemoran el 3 de julio como el Día de la Vergüenza Eterna de la Administración de los Estados Unidos.
Según la Agencia Noticiosa Ahlul Bait (ABNA) – El actual estafador de la Casa Blanca, Donald Trump, podría estar regodeándose con su violación del acuerdo internacional entre 7 naciones sobre el proyecto nuclear pacífico de Irán al retirar a los EE. UU. del pacto nuclear suscrito en 2015 y someter a la República Islámica a un nuevo conjunto de sanciones económicas.
Su crimen no es nada nuevo. Es el más reciente en el largo historial criminal de 65 años de los Estados Unidos contra Irán, comenzando con el golpe en 1953 que derrocó al Gobierno del primer ministro Dr. Mohamad Mosadeq y restauró el poder al fugitivo shah instalado por los británicos.
Aunque todos los crímenes estadounidenses son imperdonables, y permanecerán todavía después de que Estados Unidos deje de existir en el mapa del mundo, quizás el más viril fue el derribo del vuelo número 655 de la compaña Irán Air, por misiles lanzados desde el crucero lanzamisiles USS Vincennes perteneciente a la Armada de Estados Unidos, un acto flagrante de terrorismo de estado destinado a alentar a Sadam a continuar sus crímenes de guerra contra la nación iraní.
Han pasado 30 años desde que el cobarde capitán Will Rogers, por orden del bribón en Washington, Ronald Reagan, disparó dos misiles al vuelo iraní regular Airbus 655 que cubría la ruta de Irán a Dubái, en los Emiratos Árabes Unidos (EAU), donde un total de 290 personas, entre ellos 66 niños, 53 mujeres y 46 ciudadanos extranjeros perdieron la vida, según justifican las autoridades de EE.UU. porque sus oficiales habían confundido el avión civil, Airbus A300, con avión de combate iraní, Tomcat F-14.
Ninguna cantidad de disculpas -si bien Washington no ha ofrecido ninguna, ni Teherán espera ninguna- borrarán los amargos recuerdos de esta cobarde acción que envió a 300 pasajeros inocentes y tripulantes, a una tumba acuática en el Golfo Pérsico frente a la costa de la isla Hengam de Irán (aguas territoriales iraníes en las cuales los Vincennes se habían escabullido en violación de las leyes internacionales).
Hoy en el 30 aniversario de este crimen, comprometido a evitar una contundente victoria iraní frente al bombardeo químico y todas las demás violaciones de las normas internacionales en la guerra que Washington impuso a la República Islámica a través de su sustituto Sadam, la pregunta es: ¿Estados Unidos ha tenido éxito en sus objetivos?
La respuesta es un gran NO.
Como cuestión de hecho, los estadounidenses arrogantemente ignorantes han sido miserablemente enredados en su propia trampa, con la maldición de los mártires del Vuelo 655 .
Es cierto que Irán ha ofrecido grandes sacrificios desde la victoria de la Revolución Islámica en 1979 y puede tener aún más precio a pagar, ya que escala con éxito los picos de progreso para dominar las tecnologías nucleares, espaciales, médicas y otras tecnologías sofisticadas, como parte de la determinación de salvaguardar los valores islámicos y la independencia nacional, y difundir el mensaje de paz, justicia y solidaridad regional contra la hegemonía extranjera.
Pero una revisión de la hostilidad ciega de Estados Unidos hacia los desarrollos dinámicos en Irán islámico muestra la frustración de la figura de Estados Unidos a pesar de sus intrusiones en el Golfo Pérsico, su ocupación de Afganistán, su presencia militar ilegal en Siria, su asistencia a los Emiratos Árabes Unidos, la invasión de Yemen, su apoyo masivo a la entidad sionista ilegal y su febril manipulación en la ONU, especialmente del Consejo de Seguridad.
El resultado es demasiado obvio y no favorece al Tío Sam, ya sea en la región o en otros foros internacionales.
La guerra de 8 años y sus incalculables atrocidades encabezadas por el derribo del avión de pasajeros iraní tenían por objetivo socavar el Sistema de la República Islámica y controlar el impacto de la Revolución Islámica en los musulmanes de Iraq y más allá, han resultado contraproducentes.
Washington se vio obligado a agachar la cabeza avergonzado a pesar de las amenazas y la tragedia de Trump. Ha comido el humilde pastel en Iraq donde la gente está profundamente influenciada por los valores que Irán defiende, como es evidente por el Gobierno de coalición.
En el Líbano, la gente se ha unido de nuevo al Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano (Hezbolá), en las elecciones parlamentarias, para permitir la formación de un gobierno de base amplia.
Entre los palestinos, EE. UU. ha perdido toda credibilidad al trasladar su embajada a la ciudad ocupada Al-Quds(Jurusalén), mientras que los movimientos de liberación como Movimiento de Resistencia Islámica de Palestina (HAMAS) y el Movimiento de la Yihad Islámica, inspirados por el espíritu islámico de los iraníes, están preparando el escenario para la lucha popular que eventualmente podría terminar con la existencia ilegal de la entidad sionista.
Hoy, treinta años después del derribo terrorista del Iran Airbus 655, la voz de la República Islámica, que Washington tan criminalmente intentó sofocar, no solo resuena en las tierras de los árabes, los turcos, los africanos, los Balcanes de Europa, y el sur, este y centro de Asia, pero repercute en América Latina como un recordatorio de la naturaleza transitoria de los Estados Unidos, que con su pisoteo de los valores humanitarios más básicos, incluida la política migratoria de Trump por la separación forzada de niños de su padres ofendidos, permanece hoy como el símbolo del satanismo incluso para sus aliados tradicionales, los europeos y los cristianos norteamericanos que anhelan a la libertad del yugo sionista.