o volveré aquí sobre la alianza fundacional entre Mohamed Ibn Abd al-Wahhab y la tribu de Saud, las diferentes fases de expansión de los wahhabo-saudíes (desde mediados del siglo XVIII hasta el establecimiento del último reino saudita en 1932), las grandes masacres que las acompañaron [1] – que han servido de modelo para el Ejército Libre de Siria (FSA), Al-Nosra (Al Qaeda) y Daesh … – el apoyo que los wahhabo-saudíes recibieron de los británicos, luego de los estadounidenses, combinado con el patrocinio de los petrodólares, a fin de hacer de la nueva doctrina wahhabita la nueva ortodoxia del Islam. Por no hablar de cómo los reformistas del Islam, los discípulos de Muhammad Abdu, incluyendo a Rashid Ridha (el maestro de Hassan al-Banna), previamente promovieron y legitimaron, con el dinero de los Saud, el wahhabismo en los países árabes.
Todo esto lo expliqué en mi libro Occident et Islam – Sources et genèse messianiques du sionisme [Islam y Occidente – Fuentes y orígenes mesiánicos del sionismo], situando en una perspectiva histórica, escatológica y geopolítica, el papel del wahhabismo y del reformismo islámico, cuyo origen es, como he explicado, mesiánico.
Me limitaré aquí a los inicios del wahhabismo, a su doctrina y a la actitud de los grandes eruditos y muftíes contemporáneos de Mohamed Ibn Abd al-Wahhab, para ofrecer un punto de vista exclusivamente islámico sobre el wahhabismo.
Mohamed Ibn Abd al-Wahhab y su doctrina
Mohamed Ibn Abd al-Wahhab [2] (1703-1792) nació en una familia de eruditos; su padre, Abd al-Wahhab, era un juez respetado de quien aprendió los fundamentos de la teología, pero antes de acabar sus estudios abandonó su tierra natal (el Nayd) para encontrar maestros con los que poder estudiar. Primero visita el Hiyaz (región de La Meca y Medina), y regresa a su casa antes de salir hacia Irak, a Basora (ciudad principalmente chiíta). Después de una estancia de cuatro años, alrededor de 1727 fue expulsado, y regresa al Nayd, en la provincia de Huraymala, donde se encuentra su padre.
Alrededor de 1740 escribió su obra más famosa: El libro de la unicidad divina (de sólo 50 páginas), y decide predicar públicamente, pero su padre se lo impide; más adelante entenderemos por qué. Por otra parte, la tradición contemplaba que el hijo mayor del juez sucediera a éste, sin embargo, el padre de Mohamed Ibn Abd al-Wahhab nombró en su lugar a su hermano menor, Suleimán, que sucedió así a su padre en el cargo de juez. De hecho, Mohamed Ibn Abd al-Wahhab fue repudiado por su padre.
Mohamed Ibn Abd al-Wahhab
Si usted quiere, como Oliver Cromwell (1599-1658) o Ibn Abd al-Wahhab, imponer una nueva ideología para subvertir una religión mayoritaria y bien establecida, debe comenzar por presentarse como un fundamentalista – en el sentido de un retorno a la pureza original -, y al mismo tiempo señalar con el dedo a sus “correligionarios” como una desviación en relación a los fundamentos de la religión de la que usted pretende ser el revivificador y el representante.
Esto es precisamente lo que hizo Ibn Abd al-Wahhab. En su obra, El Libro de la unicidad divina – pobre desde el punto de vista intelectual y teológico – enuncia banalidades relativas a la unicidad divina, dogma fundamental de la fe monoteísta que es familiar a todo musulmán de ayer y de hoy. Pero el propósito del libro de Ibn Abd al-Wahhab no era, como él pretendía, restaurar los fundamentos de la fe que los musulmanes habrían olvidado, sino más bien acusarlos de ser asociacionistas [idólatras], impíos y no creyentes, con el objetivo de imponerles su doctrina.
Acusó abiertamente a los musulmanes de Arabia y de las zonas circundantes de ser paganos, adoradores de los santos y de sus tumbas.
Por ello, en 1740 comenzó a enviar cartas a sus partidarios como a sus enemigos y a los musulmanes en general. Estas cartas, de las que incluyo a continuación un extracto, contienen amenazas veladas así como la sombra de la excomunión (takfir):
“La creencia dominante en la santidad (hace alusión a los santos que los musulmanes veneraban) y cosas semejantes es el asociacionismo. Si usted está convencido, usted debe saber también que los que dicen que haríamos mejor en dejar de acusar a la gente de impiedad y en hacerles la guerra se equivocan. Le aconsejamos solamente conocer y aplicar la religión de Dios y de su Profeta, es decir, si usted pertenece a la comunidad de Muhammad” [3].
En estas pocas líneas, acusa al conjunto de los musulmanes de asociacionismo (shirk) y de impiedad, y los amenaza con hacerles la guerra si no se someten a él.
Sin embargo, el Profeta Muhammad dijo (hadiz muy conocido y auténtico): “Mi comunidad nunca se pondrá de acuerdo sobre un error“.
Por lo tanto, Mohamed Ibn Abd al-Wahhab, según este hadiz, no podría estar en el camino de la Verdad y los musulmanes en el error.
El movimiento hoy llamado takfiri, proviene precisamente de esta doctrina de excomunión erigida por el beduino Ibn Abd al-Wahhab. Takfir significa excomulgar; el movimiento takfiri excomulga a toda persona que no comparta las ideas del wahhabismo, lo que justifica según ellos la ejecución del “impío”. Un arma política tan cruel como eficaz.
Pero el Profeta Muhammad dijo acerca del que dice que un musulmán es un incrédulo: “Cuando un musulmán dice de su hermano que es un incrédulo, uno de los dos lo es necesariamente. Si el hombre es tal y como se le describe, será tratado como tal, si no, la acusación se volverá contra él (quien la pronunció)” [4].
La combinación de estos dos únicos hadices del Profeta bastaría para concluir que Ibn Abd al-Wahhab era un incrédulo. Lo que está en consonancia con las opiniones de todos los eruditos de su tiempo que se pronunciaron sobre su caso (me pondré a ello a continuación).
En una de sus cartas, Ibn Abd al-Wahhab expone su sistema de excomunión y designa a aquellos sobre los que recae la acusación de impiedad. De un modo bastante hábil, pero sin ningún fundamento teológico-jurídico, extiende el ámbito de la excomunión a todos aquellos que no comparten su opinión:
“El que conoce la unicidad divina y no actúa en consecuencia es un infiel, obstinado como el Faraón o Satanás. Y el que declara inocente al culpable de un acto tal, ya se trate de los Antiguos o de los impíos de nuestro tiempo, ¡él mismo es un infiel! Todos ellos son culpables de gran impiedad, es decir, de asociacionismo” [5].
Ibn Abd al-Wahhab incluye en el asociacionismo toda una serie de actos que juzga impíos y no deja ninguna escapatoria al musulman “culpable”, sino la de la excomunión.
Esta nueva doctrina, que no se funda sobre ninguna ciencia islámica, no deja de sorprender a los eruditos contemporáneos de Ibn Abd al-Wahhab.
[Príncipe de la corona Amir Saud rindiendo honores y visitando el Mausoleo de George Washington el 14 de enero de 1947 (segundo de izq. a der.). Según la doctrina wahhabí el acto de visitar tumbas es prohibido (haram) y constituye asociacionismo [idólatría]]
Príncipe de la corona «Amir Saud» rindiendo honores y visitando el Mausoleo de George Washington el 14 de enero de 1947 (segundo de izq. a der.). Según la doctrina wahhabí el acto de visitar tumbas es absolutamente prohibido (haram) y constituye asociacionismo [idólatría].
Mohamed Ibn Abd al-Wahhab excomulgado por los eruditos
Lo que los musulmanes y los partidarios del wahhabismo ignoran hoy es que la totalidad de los grandes eruditos de la época de Ibn Abd al-Wahhab lo desautorizó, no reconociéndole ninguna cualificación teológica y acusándolo de ser un innovador, un extraviado, un hipócrita, un ateo, un taimado, un manipulador y un falso profeta [6].
Estas acusaciones extremadamente graves que venían de los estudiosos y de los muftíes de Arabia, de Irak y de Yemen, se hicieron, en la mayoría de los casos, sin concertación, lo que les da más valor todavía (volveré sobre ello). Todos los eruditos que lo refutaron lo declararon herético, le denegaron el estatus de erudito muytahid (habilitado para interpretar el Corán) y constataron que no dominaba la docena de ciencias religiosas. Los eruditos no se detuvieron allí, refutaron una por una las tesis de Ibn Abd al-Wahhab, demostrando así que es un hereje y un inculto ignorante de los fundamentos mismos de la teología [7].
Comenzaré con el propio hermano de Mohamed Ibn Abd al-Wahhab, Suleimán (que era magistrado en Huraymala), que le escribió lo siguiente en una carta que le dirigió alrededor de 1753 y cuyo título es Los Rayos divinos refutan el wahhabismo (es a Suleimán Ibn Abd al-Wahhab a quien le corresponde la paternidad del neologismo wahhabismo):
“Durante ocho años ninguna persona es musulmán salvo las tierras que te obedecen… ¡Que Dios nos guarde a todos del extravío!” [8].
Suleimán interpela a su hermano y le plantea esta pregunta: “¿Cuál es el número de los pilares del Islam?“. Mohamed respondió “cinco“, a lo que Suleimán replicó:”¿Por qué entonces este sexto pilar sobre la impiedad de los musulmanes?” [9].
Entre 1740 y 1745, al comienzo de la predicación de Mohamed Ibn Abd al-Wahhab, el magistrado y mufti – el mufti tiene una autoridad jurídica, está autorizado a emitir opiniones legales (fatwas) – de Riad, Suleimán Ibn Suhaym (1717 -1767), después de un intercambio epistolar con Ibn Abd al-Wahhab, escribió una carta a los eruditos saudíes:
“Traigo a su conocimiento que un innovador apareció en nuestro país, un ignorante, un extraviado que extravía, sin ciencia, sin piedad; ha cometido fechorías temibles de las que algunas ya se han propagado, y otras todavía se limitan a nuestro país. Quiero informar justamente a los ulemas (los eruditos), herederos de los profetas, para que pongan fin a su extravío y a su ignorancia. Ha destruido las tumbas y ha quemado los libros de oraciones populares; afirma que, si pudiera, destruiría la Piedra Negra de la Kaaba; considera que la gente desde hace seiscientos años está en la ignorancia… Pero ¿de dónde saca este saber? ¿Recibió la revelación? ¿O el diablo le sopló? ¡Os lo ruego! ¡Hacérselo saber a la pobre gente que sedujo mediante artificios, y solucionarlo con urgencia antes de que sea demasiado tarde!” [10].
En la región de Ahsa, un erudito llamado Al-‘Afaleq (muerto en 1751) atacó a Ibn Abd al-Wahhab en una carta titulada Los tradicionalistas se burlan del que pretende renovar la religión. En 1745, el mismo Al-‘Afaleq redacta una respuesta al libro de Ibn Abd al-Wahhab (El libro de la unicidad divina) sobre el que dice:
“La unicidad divina es un credo al respecto del cual la umma (la comunidad musulmana) es unánime (conforme al hadiz del Profeta antes citado), excepto este falso profeta” [11].
Otro estudioso, al-Hudari en un libelo que difunde, escribe:
“Respecto a la refutación del innovador Ibn Abd al-Wahhab, que opera ahora mismo en Najd, persistiendo en su extravío y su obstinación…” [12].
Eso en cuanto a las refutaciones que llegaron de Nayd (región de origen de Ibn Abd al-Wahhab).
Posteriormente, las refutaciones vinieron de eruditos de Hiyaz (región de La Meca y de Medina), empezando por el maestro que tuvo Ibn Abd al-Wahhab durante sus estudios en La Meca, M. Suleimán Ibn al-Kurdi y M. Hayet Ibn al-Sanad, que sospechan de su ateísmo.
Al-Kurdi, en una carta que envió a su antiguo alumno, escribió:
“¡Eh! Abd al-Wahhab, te aconsejo que dejes de denigrar a los musulmanes. Si alguien cree en la intercesión y no en Dios, tómate el trabajo de prodigarle buenos consejos; si persevera, acúsalo de impiedad intuiti personae, pero no tienes el derecho de acusar a la gran masa de los musulmanes de la que tú mismo te excluiste (siempre conforme al hadiz del Profeta). ¿No dijo Dios que: “El que siga otro camino que el de los creyentes, le quemaremos en el fuego de la gehena” (IV: 115)? Pero como se suele decir: “el lobo sólo ataca a las ovejas extraviadas” [13].
En 1743, los muftíes de las cuatro escuelas de la ley islámica sunita (Malikita, Shafiíta, Hanafita y Hanbalita) avalan y comentan una refutación contra Ibn Abd al-Wahhab titulada El libro de la prevención del extravío y de la represión de la ignorancia, redactado por un erudito egipcio residente en La Meca llamado al-Tandatawi [14].
Además de Yemen [15], las refutaciones provienen de Irak, donde en 1776, el erudito Ali bin Abdullah as-Suwadi escribe Tabernáculo que ilumina la refutación del wahhabismo. Concluye su carta así, dirigiéndose a Abd al-Wahhab:
“¡Eh! Torpe y demonio obstinado, si comprendiste lo anterior, ¿cómo puedes acusar de impiedad a quien atestigua que no hay más dios que Dios y que Muhammad es su Profeta” [16].
Algunos años después de la muerte de Ibn Abd al-Wahhab (1792), su libro, El libro de la unicidad divina, es leído por un consejo de eruditos en Bagdad, entre los que se encuentra el imán de la mezquita de Bagdad, Abd al -Khattib Affendi al-Rawi. Esto es lo que se desprende del análisis del libro hecho por este consejo:
“Después del examen, el libro comprende cuestiones disparatadas de desigual valor. Su autor es de los que no conocen más que una parte de la sharia [17], en la que no se molestó en profundizar; no tuvo un maestro que lo dirigiera por el camino correcto, lo orientara y del que aprender las ciencias necesarias que guían por el camino correcto” [18].
Los ataques contra la doctrina de Abd al-Wahhab Abd, su “pensamiento”, y contra los wahhabitas que lo sucedieron, son múltiples y vienen de todas partes; esencialmente de eruditos sunitas – los eruditos chiítas lo refutan también, al unísono con los sunitas – aunque los wahhabitas se reclamen sunitas. Es importante recordar que la oposición al wahhabismo – que consagra un odio visceral tanto al sunismo como al chiísmo – fue objeto de consenso entre los eruditos sunitas y chiítas.
Hemos informado aquí de algunas de las muchas réplicas y denuncias de las que la doctrina wahhabita era objeto; refutaciones que proseguirán a través de los siglos hasta nuestros días, como por ejemplo el Jeque de Al-Azhar (el centro intelectual del Islam sunita), Yusri al-Azhari, en 2012 [19].
Cerca de un siglo después de la muerte de Abd al-Wahhab, Ibn Girgis ataca a los wahhabitas en un texto que llama Le plus Dur Jihad (1887-1888), donde expresa la posición musulmana sunita tradicional respecto a la cual los wahhabitas son extraños, es decir, que sólo los cuatro fundadores de las Escuelas de Derecho (Malik, Abu Hanifa, Chafii e Ibn Hanbal), herederos de los profetas, están dotados del ijtihād (esfuerzo de interpretación del Corán del que emanan las normas del derecho) absoluto. Ellos son los únicos dignos de imitación, les recuerda. Pero, añade, “en estos días, los pretendidos eruditos se improvisan en creadores de Escuela, mientras que son los más ignorantes de los hombres, obstinados, corruptos y controvertidos, dementes que merecen el encarcelamiento y el castigo perpetuo” [20].
Concluiremos esta serie de refutaciones con la prueba (si no estaba ya demostrado) de que Ibn Abd al-Wahhab no era un verdadero erudito, sino un impostor. En 1883, Zaini Dahlan (1817-1886), el muftí de la Meca, hace un balance de las respuestas dadas a Ibn Abd al-Wahhab:
“En total, numerosos son los que lo refutaron, de Oriente y de Occidente; pertenecen a las cuatro escuelas, incluyendo la suya, la Hanbalita; le plantearon cuestiones al alcance de principiantes, a las cuales no se halló en situación de responder” [21].
Valor teológico-jurídico de los dictámenes de los muftíes y eruditos sobre el wahhabismo
Acabamos de verlo, hubo consenso (iymá’) entre los eruditos de las cuatro escuelas jurídicas sunitas, de Nayd, de Hiyaz, de Yemen y de Irak, sobre Mohamed Ibn Abd al-Wahhab y su doctrina.
Desde la perspectiva del derecho musulmán, en teoría, existe consenso sobre un caso legal cuando todos los muytahid (eruditos capaces de interpretar el Corán) del mundo musulmán son unánimes [22].
En el caso del wahhabismo, hubo acuerdo entre un número preciso de muytahid; pero precisemos que en aquella época se pronunciaron los eruditos de las regiones que tuvieron conocimiento de la existencia de Abd al-Wahhab y de su secta. En el siglo XIX, los eruditos del Magreb, refutaron a su vez el wahhabismo [23].
No obstante, los ulemas (eruditos) piensan que es imposible tener un consenso real, en la medida en que no podemos conocer a todos los muytahid del planeta, así como sus opiniones sobre todos los casos legales. A partir de ahí, el fundador de la cuarta escuela de derecho musulmán, Ahmad ibn Hanbal (780-855) concluyó que: “El que pretende que hubo consenso miente. Puede ser que los especialistas se hayan contradicho a propósito de la cuestión sin saberlo, y que no lo sepa. Vale más decir: que yo sepa, no hay conflicto de opiniones sobre esta cuestión” [24].
En realidad, lo que se califica como iymá’ (consenso), como las sentencias consensuadas emitidas por los Compañeros del Profeta, es un dictamen concertado entre un grupo de personas presentes en un momento dado, con el saber y la competencia necesarias para juzgar el caso llevado ante ellos [25].
Históricamente, la opinión concertada existió sólo en dos épocas: la de los primeros califas y Compañeros del Profeta (Abu Bakr, Omar, Othman y Ali) y durante algunos califatos omeyas en Andalucía.
Aparte de estos dos períodos, cada muytahid respondía a los casos legales que le eran presentados en su país y en su sociedad [26].
Existen dos tipos de consenso: [27]
• El consenso explícito (al-ijma’ as-Sarih): todos los muytahid de una época dada expresan su acuerdo sobre un dictamen legal de manera explícita.
• El consenso implícito (ali-ijma’ as-soukouti): una parte de los muytahid de una época se expresa sobre un caso legal, mientras que el resto de muytahid no expresa ninguna opinión. Este tiene un valor más bajo, excepto para los eruditos hanafitas, porque según ellos el silencio de un muytahid solicitado no puede expresar sino su acuerdo.
A la vista de los elementos históricos y teológico-jurídicos presentados, los juicios que los estudiosos y muftíes han producido al respecto del wahhabismo, tanto individuales como concertados, son los más sólidos en la historia del Islam en lo que concierne a una secta [28].
Como escribió el antiguo juez de El Cairo, inspector de los tribunales y profesor de la Facultad de Derecho de El Cairo, Abd al-Wahhab Khallaf (1888-1956): “El consenso sobre un dictamen jurídico se convierte en una ley religiosa coercitiva. Si el mismo caso se presenta a los muytahid de épocas posteriores, deben adoptar el juicio pronunciado por sus predecesores y abstenerse de todo nuevo esfuerzo de reflexión sobre susodicho caso. Así, una ley religiosa que resulta de la iymá’ es definitiva, indiscutible y no puede ser contradicha ni revocada” [29].
Esperamos pues que los eruditos contemporáneos tengan el coraje de adoptar el juicio pronunciado por sus predecesores.
09 de diciembre 2015.
[1] Véanse los detalles de las masacres cometidas por los Saud bajo la dirección de Ibn Abd al-Wahhab en: Hamadi Redissi, Le pacte de Nadjd, ou comment l’islam sectaire est devenu l’islam, éditions Seuil, 2007. Su investigación sobre el nacimiento y la expansión del wahhabismo, basado en documentos originales y testimonios de la época, es el más completo y el mejor documentado.
[2] La biografía de Ibn Abd al-Wahhab en: Hamadi Redissi, op. cit.
[3] Les Lettres personnelles de M. Ibn Abd al-Wahhab, Publications de l’Université de l’imam M. Ibn Saoud, Ryiad, s.d. (n°29), reportadas por Hamadi Redissi, op. cit., p. 86.
[4] Según Ibn Umar, referido por Bukhari y Muslim, citado particularmente por Muhammad Nasir Ad-Din Al-Albani (que es uno de los principales referentes de los wahhabitas contemporáneos) en su libro El Jardín de los Virtuosos (Riyad As-Salihin) Capítulo 15: La prohibición de decir de su hermano que es un incrédulo.
[5] Cartas 26, en Ibn Ghannam, p. 250 y 439 a 440, citado por Hamadi Redissi, op. cit., p. 127.
[6] Hamadi Redissi, op. cit., p. 136.
[7] Hamadi Redissi, op. cit., pp. 131-132.
[8] Carta publicada en Bombay en 1889; una segunda edición data de 1923 y otra de 1987 en El Cairo. Citado por Hamadi Redissi, op. cit., p. 98.
[9] Citado por Hamadi Redissi, op. cit., p. 248.
[10] Citado por Hamadi Redissi, op. cit., p. 99.
[11] Citado por Hamadi Redissi, op. cit., p. 100.
[12] Citado por Hamadi Redissi, op. cit., p. 100.
[13] Citado por Hamadi Redissi, op. cit., p. 101.
[14] Véase: Hamadi Redissi, op. cit., p. 101.
[15] Véanse las refutaciones yemeníes del wahhabismo en: Hamadi Redissi, Le pacte de Nadjd, pp. 105-108.
[16] Manuscrito 2156, Biblioteca Real de Berlín. Citado por Hamadi Redissi, op. cit., p. 107.
[17] La Sharia no es, como nos gusta repetir en Occidente, la ley islámica reducida a los castigos corporales. Sharia significa el camino; etimológicamente, esta palabra designaba la fuente de agua donde bebían los animales en el desierto, y por extensión, se llamaba así al camino que conduce a la fuente de agua. La sharia es pues la vía que emprende el creyente para acceder a Dios, que es la fuente (siendo el agua la fuente de toda vida). La ley islámica constituye los límites de la vía (Sharia), límites sin los cuales no puede guiarse ni distinguirse la vía correcta del camino tortuoso. Toda ruta, por definición, tiene límites.
[18] Citado por Hamadi Redissi, op. cit., pp. 88-89.
[19] Véase la prédica dada en 2012 por Yusri al-Azhari, durante la cual refutó el wahhabismo: https://www.youtube.com/watch?v=0zKEK-T9bAM
[20] Citado por Hamadi Redissi, op. cit., pp. 108-109.
[21] Zaini Dahlan en su Durar (Les Perles, escrito en 1883). Citado por Hamadi Redissi, op. cit., p. 97.
[22] Véase :. Abd al-Wahhab Khallaf, ‘Ilm ousoûl al-fiqh (Los fundamentos del derecho musulmán), 1942, reeditado en 1997 y 2008, Ed. Al-Qalam, p. 68. Abd al-Wahhab Khallaf (1988-56) fue juez cercano a los tribunales de Egipto, director de mezquitas del Ministerio de fundaciones religiosas, inspector de los tribunales y profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de El Cairo.
[23] Hamadi Redissi y Asma Nouira, Réfutations maghrébines du wahhabisme au XIXe siècle, Ed. Dar al-Tali’a, Beyrouth, 2008.
[24] Abd al-Wahhab Khallaf, Les fondements du droit musulman, p. 72.
[25] Abd al-Wahhab Khallaf, op. cit., p. 73.
[26] Abd al-Wahhab Khallaf, op. cit., p. 74.
[27] Ver los detalles en: Abd al-Wahhab Khallaf, op. cit., pp. 67-75.
[28] Véase la opinión de Ibn Rushd (1126-1198), el gran jurista del siglo XII, sobre el origen y la naturaleza del sectarismo en su obra El discurso decisivo (fasl al-maqal).
[29] Abd al-Wahhab Khallaf, op. cit., p. 69.
* Youssef Hindi es escritor e historiador de la escatología mesiánica. Es el autor de “Occident et Islam – Sources et genèse messianiques du sionisme. De l’Europe médiévale au Choc des civilisations” (ediciones Sigest), en el que revela los orígenes místicos, hasta ahora desconocidos, del sionismo y de la doctrina estratégica del Choque de civilizaciones.
Las opiniones vertidas en ABNA no necesariamente representan su línea editorial o el pensamiento de la Asamblea Mundial de Ahlul Bait (P).
source : abna24