“Los perdedores son los yemeníes que sufren por la guerra”, aseveró a comienzo de esta semana el enviado especial de las Naciones Unidas para Yemen, Ismail Ould Sheij Ahmed, en una alocución en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU).
En este sentido, informó que más de 17 millones de personas padecen inseguridad alimentaria en el país, y más de una tercera parte de los distritos está al borde de la hambruna mientras alertó que si no se soluciona el conflicto, la situación de la población yemení solo empeorará.
“Las futuras generaciones tendrán que vivir con las consecuencias de esta crisis, incluyendo el desplome de la educación y de la economía”, subrayó.
El enviado especial informó que estaba trabajando en una propuesta para restablecer confianza entre las partes involucradas en la crisis y llevarlas de regreso a la mesa de negociaciones.
Por su parte, el director de Operaciones de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (OCHA), John Ging, denunció en el Consejo de Seguridad las obstrucciones en lo que respecta a las actividades humanitarias, entre ellas, las dificultades de acceso.
“Estas obstrucciones son aberrantes. Estas obstrucciones, simplemente, cuestan vidas”, recalcó mientras llamó a la reapertura del aeropuerto de Sanaá a los vuelos comerciales para permitir la entrada de bienes y para que miles de yemeníes puedan viajar para recibir atención médica o estudiar.
Hace unos días, la ONU incluyó en su lista negra a Arabia Saudí y sus aliados por haber matado y mutilado a 683 niños yemeníes el año pasado en la agresión que continúan ejecutando contra Yemen.
La crisis de Yemen, que se inició en marzo de 2015 con los ataques de Arabia Saudí para restaurar en el poder al expresidente fugitivo Abdu Rabu Mansur Hadi —fiel aliado de Riad— ha acabado con la vida más de 12.000 civiles, según cifras recientes de las Naciones Unidas.