JADIYA Y LAS OTRAS ESPOSAS
Sorprendentemente, todas las damas en la casa del Profeta Muĥammad, el mensajero de Dios, no estaban libres de algunas debilidades, las cuales, supuestamente son características de las mujeres. Algunas de sus esposas sufrían de celos, y no eran muy prudentes como para no demostrarlo. El incidente de " la miel” deja esto en claro.
Una de las esposas del mensajero de Dios, Zainab bint Ÿahsh. Ella sabía del gusto de su esposo por la miel. Por esta razón, ella buscaba diferentes tipos de miel, las cuales a él le gustaban mucho. Sucede que Zainab era la más bonita de todas las mujeres del mensajero de Dios. Él pensaba mucho en ella y esta era una de las razones por las cuales, Aisha bint Abu Bakr y otras de sus esposas se molestaban. Ella temía que por esto, él le diera todo su amor y excluyera a sus otras esposas. Debido a esto, ella y Ĥafsah bint Umar, la tercera de las esposas del Profeta, urdieron un plan, con el cual harían que al Profeta dejará de consumir la miel de que Zaynab le daba.
El resto de la historia es contada por la misma Aisha. En el libro de Al-Bujāri, el libro de Talaq (divorcio) y el libro de Tafsir (del sura Taĥrim, No. 66) de la siguiente manera:
Ĥafsah y yo, hicimos un plan para que cuando el mensajero de Dios, fuera a visitar a una de los dos, le dijéramos que su boca apestaba con “Maghafir”[1].Y sucedió que Ĥafsah fue la primera en ser visitada por el Profeta. Tan pronto el entró a la sala, ella le dijo: Oh mensajero de Dios, tu boca tiene un olor a Maghafir. Él dijo: yo no he comido Maghafir. Pero cuando estaba con Zainab, ella me dio algo de miel para comer. Es posible que la miel haya producido el olor a Maghafir. Pero en adelante no volveré a comer miel.
Aquí parece que las dos esposas del Santo Profeta Muĥammad, Aisha y Ĥafsah, se habían unido para ponerse en contra de la tercera esposa Zainab. Zainab no le había hecho daño ni a Aisha ni a Ĥafsah, ella era la prima del Profeta; él era el hijo de su tío materno. Ella lo amaba, y él la amaba. Ella sabía aquello que le gustaba y lo que le disgustaba. Y siempre mantenía una variedad de miel en su casa, las cuales, ellas sabía que eran sus favoritas (las del Profeta).
El amor del Santo Profeta Muĥammad por Zainab, encendió las llamas de los celos en el corazón de Aisha, para apagar aquellas llamas, ella tramó una intriga junto a Ĥafsah en contra de Zainab. Aparentemente estas dos mujeres, no confiaban en su esposo, ellas pensaban que él se había parcializado con Zainab, si estas hubieran creído en él, no habrían tramado tal intriga.
Abul-Kalam Azad dice que los celos son un instinto de las mujeres y que este puede superar todo los otros instintos en ellas. Aisha, según él, fue guiada por este instinto humano, para crear un artificio y hacer que su esposo permaneciera menos tiempo con Zainab.
El Santo Profeta le dijo a estas dos mujeres, que él no volvería a comer más miel. Esto probablemente, las complació a ambas ya que ellas creían que su plan había tenido efecto. Pero en ese instante, la revelación intervino y cerró el asunto con el siguiente versículo:
¡Oh, Profeta! ¿Por qué prohíbes lo que Dios ha hecho lícito para ti, buscando la satisfacción de tus esposas? Y Dios es perdonador, Misericordiosisimo con los creyentes. (Corán 66:1)
Aisha y Ĥafsah no querían que su esposo comiera miel y él estuvo de acuerdo en esto; pero Dios el Todopoderoso, le recordó a él, que el consumo de miel era algo lícito, y que él no podía negarse el placer de comerla. El Santo Profeta por supuesto regresó a la casa de Zainab y disfrutó de la miel como él podía hacerlo.
María la Copta
En el año decimo de la Hégira el gobernador de Egipto envió a Medina una joven esclava llamada María la Copta. Para esperar al Santo Profeta Muĥammad. María pronto se ganó un lugar y el afecto en la casa del Profeta. Él la amaba y ella lo amaba también. De ella él tuvo un hijo llamado Ibrahim. Ibrahim nació cuando su padre ya tenía una edad avanzada, por esta razón él lo amaba inmensamente.
Ibrahim era un regalo especial, el cual Dios otorgó a su siervo, al Santo Profeta Muĥammad y a María la Copta.
A Dios pertenece el renio de los cielos y de la tierra. El crea lo que quiere. Otorga hijas a quien Él quiere y otorga hijos a quien Él quiere o les da de ambos, varones y hembras, y hace estéril a quien Él quiere. En verdad, Él es el sabio, poderoso. (Corán 42:49-50)
El Santo Profeta Muĥammad y María la Copta fueron bendecidos por Dios por el nacimiento de su hijo Ibrahim. Ellos le agradecieron a Dios por la gran bendición la cual había llenado sus vidas de felicidad.
Pero el nacimiento de Ibrahim no trajo felicidad a algunas de las esposas del Profeta.
D.S. Margoliouth dijo:
Sus últimos años (del Profeta) fueron resplandecientes a causa del nacimiento de su hijo con la Copta (sic) María, a quien él llamó Ibrahim. Esta concubina había sido objeto de una extrema envidia de aquellas esposas del Profeta que no tenían hijos, estos eventos le ocasionaron un extremo dolor, el cual en verdad, rápidamente fue apaciguado con la muerte del niño, que solo vivió once meses.[2]
Una de las esposas del Profeta, a quienes el nacimiento de Ibrahim le causó un gran malestar fue a Aisha.
Aisha por supuesto tenía celos de María, la nueva esposa del Profeta y ella la odiaba. Infortunadamente, ese odio no se confinaba solo a María; además de ir de tras de ella también persiguió a su hijo. Aisha odiaba a Ibrahim, nunca se le paso por la mente, el hecho de poder querer a Ibrahim, no solo porque este era el amor del Profeta, sino porque era varón, pero si Aisha no era capaz de ocultar sus celos y su odio, era incapaz de mostrar algún amor por el niño, ella podría mostrar pretender que lo amaba, solo para complacer al Profeta, Aisha ni siquiera podría hacer esto.
Aisha no podría mostrar ningún amor hacia Ibrahim, ni siquiera por apariencia. Pero hay algo que ella podría haber hecho, y era el no mostrar odio hacia el niño.
Es increíble que mientras Aisha, estuviera tan llena del sentimiento de odio, de celos y resentimientos, ella podía haber aparentado haber sido devota a la bondad, la cual es una característica universal de las mujeres. Ella no mostró ninguna ternura. Cuando se trata de los niños y especialmente cuando son bebes, e incluso una mujer cruel se vuelve ternura. Pero Aisha lejos de ser tierna con el amado hijo de su esposo, ella lo maldecía, y lo calumniaba.
Desgraciadamente Ibrahim no vivió mucho y murió al poco tiempo después.
Muĥammad Hasana Haykal dijo:
Cuando María dio a luz a Ibrahim, este suceso trajo a Muĥammad un hombre mayor de sesenta años de edad gran alegría, debido al nacimiento del bebe, la posición de su madre-María– también mejoró. Ahora Muĥammad la veía como alguien que gozaba de una mejor posición.
Era inevitable que el nacimiento de Ibrahim encendiera las llamas de los celos en el corazón de las otras esposas de Muĥammad quienes eran estériles. Y también era natural que el afecto y el amor del Profeta hacia el recién nacido y su madre, encendiera las llamas de los celos. Muĥammad había generosamente premiado a Salma la esposa de Abu Rafi, y que había sido la partera de Ibrahim. Él siempre distribuía granos, entre todos los pobres de Medina, designó a Ummu Sayf, para que cuidara al infante, quien poseía siete cabras y ella le daba al niño de su leche todos los días, Muĥammad visitaba la casa de María para ver el rostro resplandeciente de su hijo y lo cargaba en sus brazos. Todo esto incitó la fiereza de los celos en el corazón de sus esposas estériles. La pregunta era, ¿cuánto tiempo estas esposas podrían soportar esta agonía?
Un día Muĥammad, el orgulloso padre, caminaba en la habitación de Aisha, llevaba el niño en sus brazos para mostrárselo a ella. El llamó su atención debido al gran parecido que tenía el bebe con su padre, Aisha lo miró al niño, y dijo: yo no le veo parecido, en nada. Cuando el Profeta expresó el gusto de cómo era él bebe estaba creciendo, Aisha le respondió ásperamente, que cualquier niño que se le dé, esa cantidad de leche, va a crecer de esa manera. En verdad, que el nacimiento de Ibrahim, trajo mucho odio a las esposas del Profeta, al punto que fueron más allá de esto y daban respuestas similares o peores que estas. Esto alcanzó un nivel tan alto, que la propia voz de la Revelación lo condenó. Sin ninguna duda, todos estos asuntos dejaron una marca en la vida del Profeta, así como en la historia del Islam.
Desde que el Profeta, dio a sus esposas un derecho especial y privilegios, en una época en la que las mujeres árabes no eran nada en la sociedad, era natural para ellos abusar de la libertad, la cual ninguna de las otras mujeres habían gozado antes. Esta libertad permitió que una de ellas criticara al mismo Profeta severamente, hasta irritarlo durante todo el día. Él a menudo ignoraba alguna de sus esposas, y evitaba a otras para evitar que ellas abusaran de sus privilegios. Y aun así, una de ellas, se dejaba llevar tanto por los celos, que excedía todos los límites de la decencia. Pero cuando María dio a luz a Ibrahim, todas ellas perdieron la compostura y el autocontrol. Por eta razón fue que Aisha llego tan lejos, al punto de negar el parecido entre el Profeta y su hijo. Una negación la cual llegó a la acusación de adulterio, por parte de la inocente María.[3]
Dios salvo a su amada sierva Jadiya, del tormento de ser forzada por las costumbres del país, a compartir la atención y el amor de su esposo con otras esposas. Pero si ella hubiera tenido una rival ¿cómo la hubiese tratado? ¿Habría tenido celos para con ella? Nunca. Los celos estaban tan lejos de ella, así como un polo lo está del otro. Ella nunca habría herido a su rival o rivales. Nunca hirió a un vecino, a una empleada o a un esclavo, ni siquiera a un animal, mucho menos a un ser humano. Pasó por esta vida con cualidades angelicales.
Tras la muerte de Jadiya, el Santo Profeta Muĥammad, se casó con muchas otras mujeres, pero ninguna de ellas pudo aproximársele a Jadiya por excelencia. Entre ellas había mujeres de diferentes experiencias y de diferente carácter. Algunas de ellas, parecía que nunca hubiesen sabido que su esposo era el escogido de Dios, y que tenía un rango y un estatus más allá de cualquier otro mortal.
Para el Santo Profeta Muĥammad, la conducta de algunas mujeres con las que él se había casado en Medina, debía parecer diferente al comportamiento de Jadiya. El comportamiento de esta última, había sido toda dulzura y luz. Cada palabra y cada acción de ella, era con el objetivo de llenar la casa de su esposo de bendiciones; y ella eminentemente tuvo éxito en esto.
Muĥammad Hasanayn Haykal de Egipto y Abul-Kalam Azad de India, han recopilado varias colecciones de comentadores de hadiz, que dicen que Abu Bakr y Umar pidieron permiso al Profeta para visitarlo, y cuando él se los dio, lo encontraron rodeado por sus esposas (estas damas le estaban pidiendo más dinero, y decían que no podían vivir en la pobreza) Umar dijo: Oh Profeta de Dios, si alguna vez hubiese visto o escuchado a mi hija pidiendo dinero, ciertamente que le arrancaría el cabello. El Profetase sonrió y dijo, aquí mis esposas me rodean y me piden dinero. Inmediatamente, Abu Bakr, se levantó y le halo el pelo a su hija Aisha, y lo mismo hizo Umar a su hija Ĥafsah. Ambos Abu Bakr y Umar les dijeron a sus hijas, ¿ustedes se atreven a pedir al Profeta de Dios, aquello que él no les puede dar? Ellas respondieron: No, por Dios, nosotras no le hemos pedido tal cosa.
“Esto estaba en conexión con la conversación entre Abu Bakr y Umar, y sus hijas” dijo Muĥammad Hasanayn Haykal, “que el siguiente verso fue revelado”:
¡Oh Profeta! Di a tus esposas: “Si deseáis la vida de este mundo y sus adornos, venid y os daré para que podáis disfrutarlo y os dejaré ir de buena manera.
Pero si queréis y a su Mensajero y la morada de la Otra vida, Dios ha preparado para quienes sois virtuosas una recompensa inmensa.(Corán 33:28-29)
Aunque todas las esposas del Profeta estaban unidas, para pedirle más dinero para su comida y otras necesidades. Aisha y Ĥafsah lo hacían con más vehemencia. 'Abdul-lah ibn Abbas, dijo que una vez que le preguntó a Umar ibn Jattab quienes eran las esposas del Profeta, que le pedían dinero con más existencia, él dijo “Aisha y Ĥafsah”. El Profeta vivía de una manera asceta. Variablemente él ponía las necesidades de los pobres y de los hambrientos por encima de las suyas. Su estilo de vida era conocido por todos en Medina, y aquellos que sabían esto mejor que cualquier otro, eran sus propias esposas. Por esto, cuando ellas le decían que sus vidas eran exageradamente austeras y que él podría aliviarle sus aspiraciones, dándoles más dinero, él se sorprendió y asumía que sus esposas también lo imitarían, y vivirían una vida estricta, tal y como él lo hacía.
Abul-Kalam Azad dijo que las esposas del Profeta, eran seres humanos y a su vez tenían necesidades y deseos humanos; por eso, su preocupación a este respecto es entendible.
El Profeta, sin embargo, estaba tan enojado con sus esposas, que se separó de ellas por un mes completo.
Muĥammad Hasanayn Haykal dijo:
El Profetase aisló de sus esposas por un mes completo, y se rehusó a hablar con alguna de ellas, y nadie se atrevió a hablar al respecto de ellas. Abu Bakr, Umar, al igual que sus otros suegros, estaban profundamente preocupados, debido al destino que les esperaba “a las madres de los creyentes” ahora que ellos habían descubierto el enojo del Profeta, y las consecuencias del castigo divino. Se dijo hasta que el Profetase había divorciado de Ĥafsah la hija de Umar, después de que ella divulgara el secreto que había prometido guardar. La plaza de mercado estaba llena con los rumores, acerca del impedimento del divorcio de las esposas del Profeta. Las esposas por su parte estaban arrepentidas y temerosas. Ellas lamentaron que a causa de los celos entre ellas, habían provocado su salida, y que ellas habían abusado y herido a su tan caballeroso esposo. Muĥammad permanecía más tiempo en sus almacenes, ubicando a su siervo Rabah en la puerta mientras él permanecía adentro. Él solía dormir en una cama muy dura y burda, de hojas de ramas de dátil.[4]
Algunas de las esposas del Profeta, se mostraban ellas mismas extremadamente celosas y su suspicacia no pudieron hacerlo muy feliz en su vida conyugal. El profesor Margoliouth ha dicho del Musnad de Aĥmad ibn Hanbal (vol. 4 p.221) en este respecto, en su libro Muĥammad y el surgimiento del Islam, lo siguiente:
A plena noche, se dice que el Profeta iba al cementerio llamado al-Bāqi, y pedía perdón por los muertos que se encontraban enterrados allí. Esto ciertamente él lo había hecho antes; cierta vez Aisha lo siguió como un detective en la noche, suponiéndose que él iba hacía otro destino: pero en realidad ella se daba cuenta que su destino era el cementerio.
En el capítulo 66 del sagrado Corán llamado Taĥrim, trata exclusivamente el asunto de la conducta de las esposas del Profeta. Uno de estos versículos ha sido citado en conexión con el incidente de la “miel”. En su cuarto y quinto versículo leemos lo siguiente:
Si os volvéis ambas, arrepentidas, a Dios, es señal de que vuestros corazones han cedido. Si, al contrario, os prestáis ayuda en contra de él, entonces, Dios es su protector. Y le ayudarán Gabriel, los buenos creyentes y, además, los ángeles.
Si él los repudia quizás su Señor les dé a cambio, mujeres mejores que vosotras, sometidas, creyentes, devotas, arrepentidas, que sirvan a Dios, que ayunen, casadas de antes o vírgenes.
No hay un acuerdo entre los comentadores y los historiadores, sobre el incidente en particular al cual se refieren estos dos versículos. Algunos dicen que el Profeta, le dijo un secreto a Ĥafsah. Pero ella sin embargo, no fue capaz de mantenerlo, y se lo contó a Aisha. Este abuzo de confianza, finalizó en la censura para una de ellas, por haber traicionado la confianza del Santo Profeta y para la otra por haber fomentado la traición, ambas se equivocaron.
Explicando el versículo del capítulo 66 del sagrado Corán A. Yusuf 'Ali, el traductor y comentador, escribe lo siguiente:
La casa del Profeta no era como las otras casas, se esperaba un ambiente de pureza con los más altos estándares de comportamiento y excelencia, diferente al de una mujer común, como ellas debían cumplir con un gran trabajo, pero ellas eran seres humanos después de todo y estaban sujetas a la debilidad de su sexo, y algunas veces fallaban. La imprudencia de Aisha, una vez causó serias dificultades, la mente del Santo Profeta estaba tan afligida, por lo que renunció a la compañía de sus esposas por algún tiempo… la hija de Umar, Ĥafsah, estaba también algunas veces susceptible a presumir de su posición, y cuando las dos se unieron en un conciliábulo, discutieron el asunto y se revelaron el secreto una a otra, esto puso muy triste al Santo Profeta.
JADIYA Y AISHA
Aisha no solo estaba celosa de aquellas esposas del Profeta que aún se encontraban con vida y que vivían en la misma casa que ellas, sino que de aquella esposa del Profeta que había muerto hace mucho tiempo, a saber, Jadiya. En realidad, ella tenía muchos más celos de Jadiya, que estaba muerta, que de cualquier otra esposa que estuviese viva. Ella estaba tan celosa de Jadiya que reservó lo más amargo de ella, en contra de Jadiya.
Abbas Mahmud al-Aqqad dijo en su libro; Aisha:
Aisha no tuvo un sentimiento de celos tan grande hacia ninguna de las otras esposas del Mensajero de Dios como lo hizo con Jadiya. El motivo de estos celos fue que Jadiya se ganó un lugar en el corazón de su esposo, que nadie más pudo ocupar. El Profeta Muĥammad, recordaba sus méritos, día y noche.
El Profeta Muĥammad, siempre se mantuvo ayudando a los pobres y a los enfermos. En una ocasión, Aisha le pregunto la razón de esto, y él le dijo, “Jadiya me pidió que tratara a estas personas con bondad y amor, este fue su último deseo”.
Cuando Aisha escucho esto, se encolerizó y gritó, Jadiya, Jadiya, parece que para ti, no hubiese otra mujer en la tierra más que Jadiya.
El Profeta de Dios, era un hombre de una paciencia ilimitada. Pero cuando él vio a Aisha con esta aptitud, el dejó de hablarle.
Este incidente muestra el amor de Jadiya por los pobres y los enfermos, y también, la estima, la cual el Profeta tenía por ella. El actuó de acuerdo a su deseo, a pesar de la manifiesta reacción y el resentimiento de Aisha, en verdad, el actuó, siempre como Jadiya le dijo. ¿Acaso él no sabía que cualquier referencia de Jadiya, disgustaba a Aisha? Por supuesto que sí, por esto, cuando ella le preguntó, el porqué, el alimentaba a los pobres, vestía a los desnudos y confortaba a los entristecidos, él podría haberle dado a ella, una respuesta discreta, una que no alterara sus nervios, pero él no lo hizo. El solo dijo: “Yo solo estoy llevando a cabo los deseos de Jadiya”.
¿Acaso esto era una coincidencia, que el último deseo de Jadiya en este mundo, era la ayuda de los pobres, de los enfermos, de las viudas y los discapacitados?, No, no hay nada de coincidencia en esto. Todo lo que Jadiya, alguna vez dijo e hizo, era en pro de ganar la complacencia de Dios. Y ella supo que podría ganarse, esta complacencia, a través del amor y el servicio de los más vulnerables dentro de sus siervos.
La magnanimidad de Jadiya, alcanzaba a los hambrientos, a los pobres, a los enfermos, hasta después de su muerte. Su caridad nunca se detuvo, ni en vida ni en muerte.
El nombre y la imagen de Jadiya, se grabaron en el corazón del Santo Profeta Muĥammad y ni siquiera la mano del tiempo, ni las rabietas de Aisha, pudieron borrarlas.
Aisha supo que ella no podría disuadir al Santo Profeta Muĥammad de exaltar a Jadiya, pero este conocimiento no pudo obstaculizar el sentimiento anti-Jadiya. Abbas Mahmud al-Aqqad de Egipto, narró otro incidente en su libro Aisha, este es el siguiente:
Un día el Mensajero de Dios, estaba exaltando a Jadiya, cuando Aisha dijo: Oh mensajero de Dios, ¿por qué todo el tiempo hablas acerca de una mujer vieja que tenía las encías inflamadas? Si después de todo, Dios te ha dado una esposa mejor que ella.
El Santo Profeta dijo: No, Aisha, Dios nunca me dio una esposa mejor que Jadiya. Ella creyó en mí, cuando nadie más lo hizo. Ella puso toda su riqueza a mi servicio cuando otros la alejaron. Y más que eso, Dios me dio hijos a través de ella solamente.
Parece que este era el odio de Aisha por Jadiya, ella expresaba ostensiblemente, pero no tuvo resultado. Su esposo, le dijo que Dios le había dado hijos a través de Jadiya, mientras que sus otras esposas no podrían darle hijos.
El no poder tener hijos es una muy penosa experiencia para una mujer. Pero si se le dice que ella es estéril, el dolor en ella se convierte en una tortura, y si lo hace su propio esposo, para ella el dolor se convierte en agonía.
Pero Aisha nunca pudo reprimir su odio hacia Jadiya. Una vez se dijo a ella misma:
“Nunca había tenido tanto celos de una mujer, como le tengo a Jadiya”.
Ella mostraba sus celos una y otra vez y cada vez, ella provocaba la misma ira y el descontento en el Profeta de Dios.
El último hijo del Santo Profeta Muĥammad y Jadiya, fue su hija Fátima Zaĥrā, ella nació en el quinto año de la proclamación, y ocho años antes de la emigración. Sus hermanos Qāsim y Abdullah, habían fallecido antes de su nacimiento, fue el deseo de Dios, que la descendencia de su mensajero y amigo Muĥammad fuese a través de su hija Fátima Az-Zaĥrā. Ella fue la alegría del corazón de su padre y la luz de sus ojos. Él la apreciaba a ella y a sus hijos, como su más gran tesoro, ellos eran para él, la personificación de la más pura de todas las alegrías, tanto en los cielos como en la tierra... (ver la continuación en archivo pdf)