Cientos de los bahreiníes se congregaron en la localidad de Al-Diraz, en el este de Manama, donde corearon lemas exigiendo la liberación de los presos políticos y reformas en el reino.
Las fuerzas de seguridad del régimen Al Jalifa usaron gas lacrimógeno y granadas de humo contra los manifestantes —en su mayoría mujeres— y, como resultado de la violenta represión, varios de los movilizadores sufrieron síntomas de asfixia.
Esta demostración se produjo después de que ese mismo lunes un tribunal militar bahreiní sentenciara a seis disidentes a penas de muerte, además de a una pena adicional de quince años de prisión y a la revocación de la nacionalidad bahreiní, bajo supuestas acusaciones de “formar una célula terrorista y conspirar para asesinar” a un funcionario del Ministerio de Defensa del país árabe.
Los ulemas y eruditos del pequeño país del Golfo Pérsico condenaron la sentencia del tribunal bahreiní y pidieron su suspensión.
El veredicto es injusto y cruel, y no tiene nada que ver con las directrices de Islam. La emisión de una sentencia de muerte contra civiles en un tribunal militar es un paso peligroso que generará tensiones en el país”, denunciaron los ulemas en un comunicado.
”El veredicto es injusto y cruel, y no tiene nada que ver con las directrices de Islam. La emisión de una sentencia de muerte contra civiles en un tribunal militar es un paso peligroso que generará tensiones en el país”, denunciaron los ulemas en un comunicado.
El Gobierno de Manama es acusado de continuo por los activistas y organizaciones de derechos humanos de tratar de silenciar cualquier voz disidente desde la revuelta de 2011, brutalmente reprimida con la intervención del Ejército de Arabia Saudí.
Desde entonces, la monarquía bahreiní ha aplastado cualquier protesta contra la discriminación de la minoría chií de ese país.